Desde el año 1987 no se había diagnosticado un caso de difteria en nuestro país. Una enfermedad que vuelve a estar de plena actualidad en este 2015 tras detectarse un nuevo caso, un niño de Olot. Se da la circunstancia de que el niño no había sido vacunado por decisión de sus padres. Pero, ¿qué se esconde detrás de la difteria?, ¿cómo se contagia?, ¿cuál es el mejor tratamiento? Son algunas de las preguntas a las que vamos a tratar de dar respuesta para saber un poco más sobre esta enfermedad.
No es una patología nueva, ni mucho menos, ya que es conocida desde hace siglos, si bien se había llegado a pensar que estaba totalmente erradicada a través de la administración de las vacunas en la edad infantil. La difteria es una enfermedad infecciosa provocada por el bacilo Corynebacterium diphteriae, caracterizada por la formación de falsas membranas en las mucosas, comúnmente de la garganta, y en la piel desnuda de epidermis. En tiempos se la conocía como enfermedad del garrotillo, por el riesgo de sufrir asfixia.
Cómo se transmite La difteria es una enfermedad altamente contagiosa, si no se está vacunado frente a ella, a través de las vías respiratorias, en concreto, a la saliva y los fluidos corporales. Un sencillo gesto como estornudar o beber agua del mismo vaso puede ser contagioso si una persona padece difteria.
Síntomas La fiebre y el dolor de garganta suelen ser los síntomas más comunes, los cuales pueden confundirse fácilmente con otros problemas de las vías respiratorias, como un resfriado. Hay otros síntomas como la inflamación de la nariz y garganta, debido a la aparición de las nuevas membranas que se pegan a las mucosas y que, en caso de actuar, pueden provocar la asfixia.
La difteria puede afectar a otros órganos, cuando el bacilo entra en el torrente sanguíneo, como los riñones, el corazón, el cerebro o el sistema nervioso. Con el tratamiento adecuado, el índice de mortalidad es muy bajo, si bien la difteria es una enfermedad que puede dejar secuelas en el corazón y el cerebro.
Tratamiento y prevención Además de antibióticos para reducir la infección, los pacientes son tratados con antitoxina diftérica para frenar los efectos de las toxinas bacterianas. Es muy importante actuar en cuanto aparecen los primeros síntomas, ya que la bacteria puede resultar muy agresiva. Una persona contagiada, y que ha sido tratada, puede transmitir la enfermedad entre las 2 y 3 semanas siguientes.
La mejor prevención es la vacuna antidiftérica (incluida en el calendario como la triple vacuna, junto a otras como la tosferina y tétanos) se administra desde los 2 meses de edad.
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