El efecto psicológico de los gritos en niños

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Gritar puede considerarse una respuesta a una situación de estrés o tensión, una manera de canalizar el enfado que sentimos en ese momento, pero hay que tener en cuenta un aspecto muy importante, y es que esta manera de responder, o estallar, puede ser entendida y comprendida por los adultos, pero no en el caso de los niños, demasiado pequeños en ocasiones para comprender cómo actúan los mayores ante determinadas situaciones. En pocas palabras, hay que evitar los gritos, y no solo a la hora de dirigirse a los niños, sino que también hay que evitar que los más pequeños de la casa presencien discusiones entre adultos en los que el tono de voz se eleve por encima de lo deseado.

Los gritos influyen directamente en la salud emocional de los más pequeños, afectando a su seguridad, lo que puede hacer que se sientan inseguros, temerosos, tristes e, incluso, culpables.

Los padres, en ocasiones, tienden a gritar como una forma de conseguir que los niños se estén quietos o hagan una determinada cosa (comer, dormir, levantarse…). Sin embargo, aunque no seamos conscientes de ello y aunque no haya una intención premeditada, el grito puede considerarse como una actitud violenta, la cual atemoriza al niño. Esto, lógicamente, no quiere decir que los padres sean violentos, hablamos del acto en sí de gritar.

Riesgos de gritar a los niños
Hay que diferenciar entre un grito puntual, ante una determinada situación, y el grito como una forma habitual de dirigirnos a los niños. En este segundo caso, conviene revisar la manera en que estamos creando vínculos de comunicación con los niños, ya que esta actitud puede generar en el niño sentimientos negativos, tales como tristeza, inseguridad, incapacidad para defenderse, desmotivación y malestar emocional. Los gritos afectarán, y mucho, a su autoestima. Cuando los más pequeños conviven a diario con los gritos, terminará por interiorizarlos como algo normal, lo que no solo le deja expuesto a sufrir estas actitudes por parte de otras personas sin que sepa cómo defenderse, sino que también puede terminar empleando esta actitud al hacerse adulto.

¿Qué hacer si perdemos el control y gritamos al niño? Todos, en algún momento, podemos perder los nervios, pero como adultos, debemos ser capaces de reconocer nuestro error y, sobre todo, pedir perdón al niño, explicarle que no debe ser la forma de responder ni de dirigirse a nadie y que nos comprometemos a no volver a hacerlo.

¿Cómo controlar nuestro enfado y terminar gritando? En primer lugar, hay que tratar de relajarse y evitar el estrés, un enemigo a la hora de controlar nuestras respuestas emocionales. Un consejo para los padres es recordar que su papel es proteger a los niños, no siendo los gritos la mejor forma de hacerlo, ni mucho menos de educarles en el respeto hacia los demás. Ante una situación conflictiva, hay que pararse unos segundos a pensar, y tratar de buscar otras estrategias que nos ayuden a mejorar la comunicación con los niños, pero lejos de los gritos, los cuales no son la solución ni la mejor manera de potenciar su autoestima y seguridad.

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