¿Por qué perdemos el hambre cuando estamos nerviosos?

Hay un montón de situaciones, tanto laborales como personales, que pueden alterar nuestro sistema nervioso y desequilibrar, incluso, nuestro apetito. Las causas más frecuentes de la pérdida de apetito son de tipo nervioso o emocional. En otras palabras, los nervios nos roban el hambre, pero hay que controlar que al superar esta situación de presión no caigamos en la tentación de darnos un atracón de alimentos calóricos (más ricos en grasas y azúcares). La pregunta es: ¿por qué perdemos el hambre cuando estamos nerviosos?

La repuesta está en la adrenalina y noradrenalina que libera nuestro organismo en respuesta a emociones intensas o en situaciones de tensión y nervios, lo que puede tener como consecuencia que nuestro estómago se cierre y no sintamos la necesidad de comer. Además, curiosamente, las emociones y el apetito se regulan en la misma zona del cerebro, en el hipotálamo. La adrenalina no solo reduce el apetito sino que hace que nuestro cuerpo queme grasa más rápido, de ahí que si pasamos una época de muchos nervios o estrés podamos perder peso casi sin darnos cuenta. Además, los nervios también alteran las funciones del estómago que reduce la producción de jugos gástricos. Sin embargo, adelgazar a consecuencia de los nervios o ansiedad puede tener sus efectos negativos sobre la salud.

Cuando estamos nerviosos aumentan considerablemente las probabilidades de saltarse los hábitos saludables y de desequilibrar la dieta. De hecho, se tiende a saltarse las comidas, comer con prisas o excederse con el consumo de café o bebidas con cafeína. Una dieta desequilibrada aumenta la sensación de cansancio y debilidad, al tiempo que resta defensas al organismo y aumenta los riegos de carencias nutritivas.

¿Qué hacer?

Siguiendo la recomendación de los expertos, el ejercicio físico puede ser un buen aliado para recuperar el apetito, ya que nos ayuda a liberar el estrés y la tensión nerviosa. La práctica regular de ejercicio se traduce en sesiones de, al menos media hora, tres veces a la semana. En cuanto a la comida, conviene distribuirla en un mayor número de tomas y evitar tomar muchos líquidos antes de la comidas ya que aumenta la sensación de saciedad.

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