El planchado de senos es una terrible práctica que todavía pervive en algunos países del continente de África y que conlleva graves consecuencias para la salud de las niñas y las mujeres, física y mental. El planchado de senos retrasa y detiene su desarrollo normal, aplastando o golpeando los pechos con objetos calientes durante meses (piedras, palos de madera, vendajes…). Una práctica que se realiza sin anestesia.
Una ancestral y cruel tradición que sufren las niñas, al inicio de la pubertad (entre los 8-10 años), en países como Camerún, Togo, Chad, Benín y Guinea. Una forma más de mutilación femenina que la ONU (Organización de Naciones Unidas) catalogó como crimen de violencia de género.
El planchado de senos es considerada en África una práctica tabú, al igual que hablar de sexo con los hijos, y de hecho se realiza en el ámbito doméstico, siendo en la mayoría de las ocasiones las madres, tías y abuelas quienes la practican a sus propias hijas.
¿Qué hay detrás de esta terrible tradición de planchar los pechos? La creencia arraigada de que si el pecho no crece ni se desarrolla protegerá a las niñas de los abusos, violaciones o matrimonios forzados a edades tempranas. Práctica vinculada además con la creencia de que es la mujer la responsable del honor familiar y, por tanto, debe protegerlo. Una forma más de violencia infantil con graves consecuencias a corto y largo plazo.
El planchado de seno puede dejar graves secuelas físicas y emocionales que pueden durar toda la vida. Las niñas y adolescentes pueden sufrir quistes, quemaduras severas, infecciones, deformidades, desaparición total de la mama o disimetrías (un pecho más grande) e, incluso, desarrollar cáncer de mama. Los senos representan además la maternidad, siendo despojada de una parte ya que en la edad adulta, si es madre, no podrá dar el pecho a sus hijos.
Las consecuencias psicológicas son múltiples, y van desde la depresión, vergüenza por el propio cuerpo, complejos, pánico y estrés postraumático.
La dificultad de erradicar totalmente, tal y como reconocen las asociaciones y ONG que trabajan en las zonas donde se tiene constancia de la aceptación de esta práctica, radica precisamente en lo arraigada que está como tradición dentro de algunas comunidades africanas, siendo clave concienciar sobre las terribles consecuencias para las niñas e impulsar proyectos de educación sexual para desterrar falsas creencias que causan la mutilación femenina.
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