Paruresis o síndrome de vejiga tímida: Qué es y cómo se trata

En términos médicos, paruresis, y en términos coloquiales síndrome de la vejiga tímida. ¿Qué se esconde detrás? Una imposibilidad de orinar en baños de espacios públicos o delante de otras personas. Aunque estamos ante una fobia casi desconocida, lo cierto es que podría afectar a cerca del 14% de la población, según constató una investigación publicada en el Journal of General Psychology. La paruresis puede manifestarse de manera más o menos intensa. Así, algunas personas reconocen que se sientan incómodas si saben que están siendo vistas o escuchadas por otra persona al orinar. Otras, en los casos más severos, no consiguen miccionar aunque hasta llegar al baño haya sido una prioridad.

El síndrome de vejiga tímida no es nuevo, de hecho fue descrito en 1954 por Williams y Degenhardt. Aunque en la mayoría de los casos suele ser leve, no conviene subestimarlo, ya que para algunas personas sí puede convertirse en un serio problema. La reacción del cuerpo de un parurético es tensionar los esfínteres solo con pensar que los ruidos corporales pueden ser escuchados por otra persona mientras están en el baño. El estrés, la ansiedad e, incluso, una experiencia traumática pueden estar en el origen de esta fobia o temor irracional. De hecho, la situación puede provocar un sentimiento erróneo de vergüenza en quien lo padece, lo que hace que no se acuda al médico para solicitar ayuda, porque el síndrome de vejiga tímida se puede tratar para que no suponga una limitación.

Retener la orina cuando hay necesidad de expulsarla puede provocar un malestar físico, pero las consecuencias también son emocionales y pueden afectar al comportamiento. Así, las personas con síndrome de vejiga tímida tienden a evitar acudir a lugares públicos (cines, restaurantes…) y limitan las actividades fuera de casa. Además, pueden desarrollar episodios de ansiedad ante la perspectiva de la jornada laboral o escolar por si tienen necesidad de acudir a un baño público.

Cómo se trata

Lo más recomendable, según los expertos, es iniciar un tratamiento basado en ejercicios de relajación para ir modificando la conducta y aprendiendo a canalizar los temores que se ocultan detrás de la paruresis. En los casos más severos se puede aplicar una terapia cognitivo-conductual.

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