La paradoja del perfeccionismo es no estar nunca satisfecho y sentirse fracasado al más mínimo error. Ser perfeccionista ¿es una debilidad o fortaleza?
En principio ser perfeccionista es un ventaja, una cualidad innata. Pero, llevado al límite, el perfeccionismo o la búsqueda continua de la perfección puede convertirse en una obsesión, con consecuencias para la salud física y emocional al someterse a una presión excesiva y no concederse ninguna licencia.
Dicen que la felicidad radica en las pequeñas cosas, pero incluso en ellas podemos tener un obstáculo cuando consideramos que no son perfectas.
Las personas perfeccionistas tienen un alto nivel de exigencia, pero este comportamiento en ocasiones excesivamente rígido puede esconder también falta de seguridad y autoestima. Esto mismo lleva a evitar experimentar cosas nuevas para no cometer errores.
El perfeccionista rechaza cualquier error, propio o ajeno, y nunca están satisfechos con el resultado alcanzado. Esto puede generar una gran tensión y malestar emocional a la persona.
Los perfeccionistan tienden a infravalorarse y a tener miedo a equivocarse. No aceptan los errores, y en lugar de aprender de ellos, los achacan a su falta de valía personal. Y aquí es, precisamente, cuando el perfeccionismo pasa a ser una debilidad que nos genera algo más que inseguridad.
Según un estudio de la Universidad de Brock (Ontario, EEUU), ser perfeccionista es malo para la salud, en la medida en que nos hace más vulnerables a sentirnos mal. La personalidad perfeccionista puede conllevar un alto grado de ansiedad, cuyas consecuencias puede ser desde cansancio continuado a falta de motivación, problemas de sueño o ataques de pánico.
Cuando esta ansiedad se mantiene en el tiempo, y los síntomas controlan nuestro día a día, aumenta el riesgo de padecer depresión.
El perfeccionismo puede ir aunado con la necesidad obsesiva de tenerlo todo bajo control. No solo se exige demasiado a uno mismo sino a los demás, pudiendo volverse una persona tóxica. A esto hay que sumar la tendencia al pesimismo al no ser capaz de disfrutar del momento o de los logros conseguidos.
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