Las emociones tienen un amplio impacto en la salud humana; aprender a gestionarlas puede ser altamente beneficioso para el organismo
La psiconeuroinmunología, un campo médico en constante evolución, se adentra en las profundidades de cómo nuestras emociones ejercen un poderoso influjo sobre nuestro cuerpo.
Las emociones desencadenan respuestas fisiológicas diversas, desde un latido cardíaco acelerado hasta la liberación de hormonas. Cada uno de nuestros estados emocionales, ya sea alegría, amor o gratitud, deja una huella única en nuestra salud física y mental, según señalan los estudios científicos.
Investigadores, respaldados por datos que abarcan a más de medio millón de personas de edades comprendidas entre los 18 y los 49 años, han revelado que los jóvenes que experimentan depresión tienen un riesgo significativamente mayor de sufrir ataques cardíacos en comparación con sus pares emocionalmente estables. La relación entre la depresión y las enfermedades cardíacas es tan estrecha que la Asociación Americana del Corazón la considera un factor de riesgo de relevancia.
Un estudio llevado a cabo en el Centro Médico de la Universidad de Duke, en Durham, Estados Unidos, demostró que cuanto mayor es la ira y la depresión en una persona, mayor es su probabilidad de padecer enfermedades coronarias. En contraposición, un estudio en el American Journal of Cardiology reveló que aquellos con una actitud positiva tenían un 33% menos de posibilidades de experimentar problemas cardíacos en los próximos 5 a 25 años en comparación con sus contrapartes pesimistas.
Impacto en el sistema inmunológico
Emociones como el miedo y el estrés, especialmente cuando son persistentes, pueden desencadenar la producción de hormonas como el cortisol, las cuales interfieren con el funcionamiento del sistema inmunológico y endocrino. En estos estados emocionales, el cuerpo produce menos células defensoras, como las «Natural Killer», que son esenciales para protegernos de virus, bacterias y tumores. Esto puede dar lugar al resurgimiento de virus latentes, como el herpes simple.
Más allá de las reacciones fisiológicas, las emociones negativas, como la ira, la tristeza o el miedo, pueden llevar a cambios en el comportamiento que afectan negativamente la salud, como el exceso de alimentación o el desarrollo de adicciones, como el tabaquismo o el alcoholismo.
Actitudes saludables
Pero no todo está perdido. Investigaciones han demostrado que el estado de ánimo positivo puede ejercer un poderoso efecto protector en la salud. Un estudio publicado en el Journal of the American Geriatrics Society, que abarcó a 160,000 mujeres de entre 50 y 80 años, concluyó que las personas optimistas vivían, en promedio, cinco años más que sus contrapartes menos optimistas.
Un estudio en la revista científica Journal of Psychophysiology encontró que la gratitud disminuye la presión arterial y atenúa los efectos del estrés. Otros estudios sugieren que las personas con problemas cardíacos que llevan diarios de agradecimiento tienen una presión arterial mejorada en comparación con aquellos que no lo hacen. El Estudio de Harvard, una investigación de largo aliento sobre la salud, ha confirmado que las relaciones de calidad son un factor protector en la salud mental y física. Aquellas personas que informaron estar más satisfechas con sus relaciones a los 50 años tenían una salud excepcional a los 80 años, tanto mental como físicamente.
La ciencia está demostrando cada vez con mayor claridad que nuestras emociones y nuestro estado de ánimo son factores cruciales para la salud general. Mantener una actitud positiva y cultivar hábitos que nutran el bienestar emocional pueden tener un impacto sorprendente en la salud física y mental a largo plazo. Es hora de que consideremos nuestras emociones como parte integral de nuestro cuidado de la salud.
