Las mujeres sentimos más frío que los hombres, un curioso fenómeno al que la ciencia ha encontrado respuesta. Porque sentir más frío, sobre todo en invierno, y vestir más capas de ropa tiene su explicación, y contrariamente a lo que pueda parecer, ser más frioleras no es ni mucho menos perjudicial ni supone una desventaja en la adaptación a los cambios de temperatura. Las mujeres tenemos más frío porque nuestro cuerpo está mejor preparado para enfrentarse a las temperaturas extremas.
¿Por qué unas personas tienen más frío que otras? Numerosos estudios han indagado en ello, en busca de un respuesta en la que el metabolismo juega un papel importante. Un argumento con el aval de la ciencia para terminar con la lucha por regular la temperatura de la calefacción en casa o en la oficina.
Hombres y mujeres tenemos la misma temperatura corporal, pero la sensación térmica es diferente. Las características de la piel femenina explican, según el fisiólogo Francisco Mora, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, que la mujer sienta más frío cuando la temperatura ambiente desciende. Al bajar la temperatura, los vasos sanguíneos se cierran para impedir la pérdida de calor, una respuesta del organismo que en el caso de la mujer es mucho más rápida al enfriarse mucho antes la piel. Y es precisamente el efecto del frío en la piel el responsable de las sensaciones térmicas.
Un proceso que permite a la mujer defenderse mejor de las temperaturas extremas, manteniendo el calor de los órganos vitales para preservar su correcto funcionamiento. Tener una mayor capa de grasa subcutánea también contribuye a retener mejor el calor. Así que tener frío en realidad es una señal de que tu organismo está haciendo su trabajo.
Este mismo proceso también explica por qué tenemos las manos y los pies fríos, ya que se reduce la circulación sanguínea en las extremidades.
Curiosamente la reacción biológica ante el frío es la misma que hace que las mujeres sudemos más tarde en un ambiente caluroso. Cuando las temperaturas suben, los vasos sanguíneos se dilatan para favorecer la circulación sanguínea, una sensación de calor que el cerebro femenino recibe antes.
Metabolismo y sensibilidad al frío están asociados, tal y como mantienen diferentes estudios. Para el profesor de Fisiología Humana de la Universidad de Portsmouth Mike Tipton, el cuerpo de la mujer conserva mejor el calor por su distribución más uniforme de la grasa corporal, lo que favorece el flujo de al sangre a los órganos vitales.
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