¿Qué quiere decir el médico al hablar de herpes zóster? Se refiere a la ‘culebrilla’, una segunda infección del virus de la varicela que estaba adormecido. Ocurre ante una bajada de defensas y produce lesiones que pican. Estos son sus síntomas, causas y tratamiento.
El herpes zóster es un sarpullido de la piel que está provocado por una infección. El responsable es el virus varicela-zóster. Una de sus características es que para padecer herpes zóster primero –generalmente en la niñez- se tiene que haber tenido infección por varicela. Cuando se ha tenido varicela, las lesiones desaparecen, pero el virus queda en estado latente, por lo que en cualquier momento puede reactivarse en forma de herpes zóster. Esto sucede en la gran mayoría de los casos cuando hay una bajada de las defensas. Las personas con un sistema inmunológico débil son más vulnerables a padecer esta dolencia.
Herpes zóster: síntomas
Una mayor sensación de sensibilidad y un leve dolor en la zona en la que aparecerá son las primeras señales del herpes zóster. En algunos, puede aparecer picor, quemazón u sensación de hormigueo. A los pocos días de los primeros síntomas comenzarán a aparecer las primeras erupciones cutáneas, en forma de pequeñas manchas rojas. Estas manchas suelen agruparse y cuando se convierten en vesículas el riesgo de contagio es muy alto.
El herpes zóster, además de molesto, es lento. Suele tardar entre 7-14 días en cambiar de color –más amarillo- y secarse, formando una costra que luego se caerá. En ocasiones puede dejar una pequeña marca o cicatriz.
El herpes zóster también puede afectar a los ojos, lo que se conoce como herpes zóster oftálmico. En estos casos es importante consultar de manera urgente al médico ya que puede provocar dificultades en la visión que se conviertan en permanentes. Otros síntomas relacionados son la fiebre, el dolor de cabeza, molestias digestivas e intestinales y malestar general.
Herpes zóster: causas
Si aparece un herpes zóster lo primero es determinar su causa y origen, para de esta manera aplicar el tratamiento más adecuado. Un examen físico permitirá determinar las características de las lesiones y las zonas de localización. En algunos casos también se realiza un análisis de sangre.
Herpes zóster: tratamiento
El tratamiento más común es administrar fármacos antivíricos orales (Aciclovir, Valaciclovir, Brivudina), junto con analgésicos, antiinflamatorios o antihistamínicos (en este caso para aliviar el picor). En algunos casos el médico puede prescribir el uso de corticoides.
Para que las erupciones sequen más rápido es aconsejable lavar la zona con agua y jabón y aplicar una loción tópica (camomila, por ejemplo). Para aliviar el malestar general, lo más recomendable es aplicar compresas frías sobre las zonas en las que aparezca el herpes y procurar guardar reposo.
Es importante tratar lo antes posible la aparición del herpes, a ser posible desde las primeras señales de aparición de las erupciones. Esto ayuda a acelerar el proceso de recuperación, algo muy importante cuando el herpes afecta a personas con otras patologías, cuando el herpes afecta al ojo o cuando aparece en cara y cuello.
El herpes zóster puede tener complicaciones para la salud. El más grave es su evolución a neuralgia posherpética, cuyo principal síntoma es el dolor crónico en la zona en la que aparecieron las lesiones. Con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado esta consecuencia del herpes se puede evitar.