El efecto nocebo es la otra cara del placebo, el efecto de la sugestión para enfermar en lugar de sanar. Las expectativas positivas o negativas sobre la eficacia de un fármaco o tratamiento, creadas a partir de la experiencia pasada o incluso de sugerencias verbales, generan unos estímulos a los que responde el sistema nervioso.
El efecto nocebo y placebo son las dos dos caras del mismo fenómeno, pero puede tener consecuencias muy severas cuando se presenta en su vertiente negativa. De hecho, creer que un tratamiento no funcionará puede inducir a un empeoramiento de los síntomas y a agravar la dolencia.
La ciencia ha indagado en que es el efecto nocebo y cuál es el papel del cerebro. Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, evidenció que la expectativa positiva ante un fármaco o terapia activa una zona del cerebro, en concreto, la relacionada con la capacidad de experimentar una recompensa, activando la segregración de dopamina que tiene un efecto analgésico.
Un interés científico que va más allá, ya que desvelar los mecanismos biológicos del efecto nocebo permitirá valorar su impacto en la investigación de nuevos tratamientos médico.
Mientras el efecto placebo (procedente del latín, complaceré) puede incitar una sensación de mejoría, el efecto nocebo (del latín perjudicaré) puede tener efectos secundarios físicos y emocionales.
El efecto nocebo no solo está relacionado con el consumo de medicamentos, incluso comer un alimento que creemos que nos sentará mal puede generar en erupciones cutáneas o vómitos, por ejemplo.
Los temores a los efectos secundarios de un tratamiento, o la creencia infundada de que no resultará efectivo, pueden cumplirse al dejar que los pensamientos negativos guíen nuestra mente. Un estudio de la Universidad Técnica de Múnich constató que el efecto nocebo es mucho más frecuente de lo que pensamos, y la simple posibilidad de poder sentir dolor puede hacer que el paciente tenga niveles de dolor más elevados.
Como ejemplo del efecto nocebo los investigadores expusieron el estudio sobre un fármaco para la próstata. A un grupo de pacientes se informó de que uno de los posibles efectos secundarios del fármaco era la disfunción eréctil, mientras que a otro grupo no se le dijo nada. El resultado fue que un 45% del primer grupo señaló haber tenido disfunción eréctil, porcentaje que se redujo al 15% en el segundo grupo.
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