Lo primero que hay que señalar es que no todas las cepas de bacteria E.Coli (Escherichia coli) son iguales. Sin embargo, hay que reconocer que a la bacteria E.Coli la persigue la mala fama, siendo relacionada a menudo con infecciones del aparato digestivo o urinario, olvidándonos que este microorganismo también está presente en nuestro intestino sin que ello suponga ningún problema para nuestra salud, sino todo lo contrario.
Y es que las que podrían denominarse como bacterias E.Coli buenas intervienen en la correcta absorción de vitaminas. El problema es cuando nos tomamos con una cepa de E.Coli peligrosa. Vamos a ver, más detenidamente, qué hay detrás de la bacteria E.Coli y cuando realmente debemos ser precavidos.
Contagio
La E.Coli 0157:H7 está considerada como la cepa más peligrosa y la principal causante de las intoxicaciones, fundamentalmente por ingerir carne o agua contaminada. La carne poco hecha, y que ha estado en contacto con la bacteria o con desechos del intestino del animal, los huevos crudos o poco cocidos o la leche no pasteurizada favorecen el desarrollo de bacterias, entre ellas la bacteria E.Coli.
Síntomas
El principal síntoma de contagio con cepas peligrosas de E.Coli es la diarrea, la cual generalmente va acompañada de sangre. También pueden aparecer gases, dolor abdominal, vómitos y pérdida de apetito. Los síntomas pueden tardar varios días en aparecer, debiendo consultar al médico para evitar que la dolencia se agrave, pudiendo provocar en estos casos presencia de sangre en la orina, boca seca, mareos, aparición de hematomas o anemia, entre otros problemas.
Tratamiento
El tratamiento más efectivo es seguir una dieta blanda y astringente (incluye arroz blanco y yogur rico en probióticos) para cortar la diarrea y cuidar especialmente la hidratación, por lo que además de tomar agua (beber pequeñas cantidades a lo largo del día) también son buenas las infusiones y los caldos. Será el médico el que determinará si necesitamos tomar algún fármaco para recuperarnos. Es fundamental no automedicarse ni tomar antidiarreicos.
La prevención juega un papel importante, adoptando algunos sencillos hábitos, como lavarse bien las manos antes de preparar los alimento, evitar los productos lácteos que no hayan sido pasteurizados o lavar bien los alimentos vegetales antes de consumirlos.
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