Alzheimer: Trastornos de la conducta alimentaria. Es un problema común entre los pacientes diagnosticados de Alzheimer, enfermedad caracterizada por el deterioro de las funciones intelectuales, principalmente la memoria, aunque también pueden verse afectadas otras áreas como el lenguaje, la capacidad para tomar decisiones o llevar a cabo tareas cotidianas, la atención, cambios de humor, comportamiento y personalidad. En este caso, vamos a centrarnos en un trastorno asociado en concreto, el de la conducta alimentaria. ¿Cómo podemos ayudar a prevenirlo?
Los problemas de la conducta alimentaria en los pacientes diagnosticados de Alzheimer pueden deberse por sobrealimentación o por desnutrición, pasando por conductas de rechazo de la comida, dificultades para tragar o jugar con los alimentos. No podemos olvidar que estamos ante pacientes con problemas de memoria y de orientación, por lo que sus hábitos y su manera de comportarte a la hora de comer se pueden ver trastocadas, llegado a olvidar en una determinada fase de la enfermedad si ha comido o cómo utilizar correctamente los cubiertos. Se trata de una consecuencia directa de la enfermedad, de la misma manera que también pueden padecer trastornos del sueño o depresión. La dieta debe ser equilibrada y adaptada a sus necesidades. Además, los especialistas aportan una serie de recomendaciones para ayudarles a prevenir los problemas de alimentación. Consejos como:
¿Se puede prevenir la enfermedad de Alzheimer?
El Alzheimer sigue siendo una enfermedad desconocida en muchos aspectos. Una enfermedad que evoluciona por fases y que varían mucho de un paciente a otro. Así, en la fase inicial se caracteriza por la pérdida de memoria de hechos recientes, dificultades para retener nueva información o cambios y alteraciones del humor. En esta fase el paciente puede llevar una vida independiente, a pesar de que algunas de sus capacidades (pensamiento o capacidades funcionales) se hallan afectadas. Algunos estudios e investigaciones han puesto de manifestó que el hecho de mantenerse activo, con aficiones que impliquen una estimulación mental (desde tocar un instrumento de música a hacer crucigramas y rompecabezas), puede ayudar, sino a prevenir la enfermedad, sí a retardar sus efectos. En otras palabras, el incremento de actividades físicas e intelectuales contribuye a retrasar la progresión de la enfermedad de Alzheimer, pero no descarta el hecho de padecerla.
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