La burundanga, también conocida como escopolamina, es una poderosa droga difícil de detectar en un análisis y que anula la voluntad, produce desinhibición y amnesia en quien la ingiere en tan solo unos minutos. Una droga prácticamente desconocida para la gran mayoría, más allá de sus usos medicinales y terapéuticos, hasta hace unos años. La escopolamina o burundanga, en pequeñas dosis, se utiliza para el tratamiento de trastornos relacionados con el sistema nervioso central, así como ciertos síntomas como mareos o naúseas. Sin embargo, la burundanga tiene una doble cara, su peor carta de presentación tras relacionarse su uso con casos de robos y agresiones sexuales, especialmente a mujeres. De hecho, los expertos calculan que detrás de más del 20% de las agresiones sexuales hay sumisión química por consumo de esta droga. De hecho otro de sus nombres es aliento del diablo. ¿Cómo podemos prevenir los ataques con burundanga?
Saber cómo se ingiere y sus efectos
La burundanga se absorbe a través del sistema gastrointestinal de una forma muy rápida, por lo que esta droga se suele administrar mezclada en alimentos o bebidas. Otra forma de entrar en el organismo es a través de las vías respiratorias, por ejemplo, al inhalar un cigarro contaminado. En tan solo unos minutos la víctima perderá su voluntad y, al remitir los efectos, no recordará nada.
Prudencia y prevención
Hay una serie de sencillos gestos que nos ayudarán a evitar ataques con burundanga o, al menos, a ponérselo más difícil a quien pretenda añadir esta droga a nuestro vaso, por ejemplo. Si estamos en un lugar público, como bares o discotecas, conviene prestar atención a las personas desconocidas que se nos acerquen. No se trata de ser desconfiados, sino precavidos.
También hay que evitar aceptar bebidas de personas desconocidas, así como evitar aportar demasiados datos personales que nos pueden comprometer (teléfono, dirección…). Si vamos a un lugar público con amigos, conviene que al menos uno de vosotros siempre vigile la mesa con las bebidas o alimentos. Si notamos que alguna persona desconocida se acerca a nuestra mesa, o que roza nuestra bebida, ante la duda es mejor evitar su consumo. En los lugares públicos muy concurridos es normal que surjan conversaciones espontáneas y que, tras unos minutos de conversación, se crucen algunos brindis. Cuidado con los impulsos ante desconocidos, ya que un simple descuido es suficiente para que alguien, si lo está buscando, nos añada algo a la bebida.
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