Alergia al polen: Vacunarse, ¿es eficaz? La alergia al polen (también denominada fiebre del heno o polinosis) no solo es un molesto compañero, sino que es uno de los trastornos más comunes. Las medidas preventivas, los tratamientos farmacológicos y las vacunas son tres aliados para combatir los síntomas. En el caso concreto de las vacunas, ocho de cada diez alergias al polen se pueden curar con inmunoterapia específica y, por tanto, conseguir que nos olvidemos de ellas y de síntomas tan característicos como los estornudos, fiebre o lagrimeo.
Sensibilidad y respuesta adversa de nuestro organismo ante el polen de las plantas, ácaros (polvo), algunos alimentos (gluten, alergia al huevo, a la lactosa, entre otros) y medicamentos. Son los principales causantes de las alergias, por lo que se les conoce como alergenos. Las posibilidades de desarrollar una alergia respiratoria –la cual suele manifestarse como asma, rinitis-también tienen que ver con los genes. Así, si sumamos la predisposición genética a los elevados niveles de polen que se producen durante una época del año, tenemos el escenario perfecto para la aparición de los síntomas de la alergia. Síntomas molestos e incómodos que van desde el lagrimeo constante, los estornudos a los episodios de fiebre.
La alergia al polen es una patología que no conoce edad, ya que puede aparecer en la infancia. Su evolución e incidencia varía de un paciente a otro, mientras que la severidad de los síntomas suele estar relacionada con la mayor cantidad de polen ambiental.
La alergia al polen de las gramíneas, aunque su incidencia suele ser mayor en los meses de mayo y junio, puede hacer acto de presencia desde varios meses antes y durar más tiempo. Casos en los que merece la pena tener en cuenta la administración de vacunas. De hecho, según datos médicos, ocho de cada diez alergias al polen se pueden curar con inmunoterapia específica. Un tratamiento que consiste en aplicar, una vez que se cuenta con un diagnóstico detallado, las vacunas específicas para inducir tolerancia ante los alérgenos, interfiriendo en el curso de la enfermedad a través de una serie de cambios en el sistema inmunológico que permiten frenar los síntomas. El tratamiento tiene una duración de entre 3 y 5 años, el cual debe completarse aunque se note la remisión de los síntomas desde los primeros meses. Un tratamiento incompleto puede provocar recaídas.
Tipos de vacunas
Entre las medidas preventivas, además de revisar la dieta y apostar por un plan nutricional antialergias, la más eficaz es mantenerse alejado del alergeno. Sin embargo, esto no siempre es posible, por lo que hay que buscar otras alternativas para combatir los síntomas. Las vacunas son una respuesta eficaz, no solo porque ayudan a aliviar la alergia, sino porque nos ayudarán a reducir la toma de medicamentos (antihistamínicos, entre otros).
Las vacunas inyectables o administradas por vía subcutánea son las más comunes, tanto por su eficacia como por su tolerancia. Como alternativa, las denominadas vacunas sublinguales, más fáciles de administrar (el comprimido se coloca debajo de la lengua y se disuelve en la boca), sobre todo en el caso de los niños que suelen ser reacios a las agujas. Ambas vacunas son bien toleradas por los pacientes. En el caso de la vacuna sublingual sí pueden aparecer algunos leves efectos secundarios, como picor en la boca, garganta y oídos después de tomar la tableta.
Se estima, según datos médicos, que el 10% de la población es alérgico al polen y que la mitad necesita tratamiento. Un tipo de alergia que va en aumento.
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