Desde las películas a los libros, pasando por la vida real, lo cierto es que el amor forma parte de cada uno de nuestros pasos. Cualquier tipo de amor. No extraña entonces que tengamos expectativas, ¿no?
Tenemos idealizada la idea de que será el amor romántico el que defina nuestros éxitos, el único capaz de pronunciar un “he llegado hasta donde debía llegar”. Te contamos por qué esto está relacionado con las parejas faro y por qué nuestra vida no debería medirse bajo este “fin”.
El amor es ese ideal rutinario, pero casi impalpable al que veneramos la mayoría de nosotros. Todos queremos sentirlo alguna vez y sentirnos protagonistas, no solo observadores. De hecho, nuestra sociedad está planteada (por suerte, cada vez menos) en torno a esta concepción del amor: el éxito de nuestra vida vendrá cuando encontremos a la persona y formemos con ella una familia.
A raíz de esta consideración, hemos basado nuestras expectativas, no en nuestra forma de ser y relacionarnos con otros (a la que se suma la de ese otro), sino a parejas externas que poco o nada tienen que ver con nuestra forma de sentir, tan distinta como personas hay en el mundo.
Estas relaciones, esas que hemos conocido en persona o por redes, son las que denominamos parejas faro. Hacen alusión a la pareja perfecta, esa en la que vemos la meta del éxito. ¿Quién no ha pensado alguna vez que le gustaría parecerse a x o y pareja? Todos hemos pecado.
Nos gusta mirar estos vínculos e imaginarnos a nosotros en ellos: siempre queridos y observados por una persona que traslada en ti un amor genuino, sano y recíproco. No obstante, pese a que esto es lo que debe ser el amor, debemos tener en cuenta que lo que vemos en un porcentaje bastante mínimo de lo que ocurre en realidad. Y no estamos diciendo que no existan parejas buenas, sino que estas no deben ser idealizables.
Las parejas faro son un ideal inalcanzable porque no existen. No existe la pareja perfecta al 100% y eso no quita que la relación sea satisfactoria. El problema llega cuando tenemos tan romantizada una relación que no vemos que ellos también pueden equivocarse o cortar. Un ejemplo de ello son Rosalía y Rauw Alejandro, cuyos corazones rotos rompieron el de quienes los seguían.
Se tomaban como muestra de amor ejemplar olvidando que ellos también son seres humanos en cuyas vidas existen más variables. Por ello, no debemos tomar la ruptura como un fracaso, sino como un paso más. Que la relación no fuera duradera no quiere decir que no fuera buena. Debemos saber qué idealizamos y qué es la vida real.
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