Poco se habla de las mujeres de la Historia, pero efectivamente, a pesar de que la historia europea medieval se puede considerar oscura, sobre todo para las mujeres, lo cierto es que poco a poco vamos conociendo algunos nombres de mujeres excepcionales que cultivaron el conocimiento y se destacaron por su gran labor social.
Uno de ellos es Hildegarda von Bingen, una abadesa que iluminó esa pretendida oscuridad medieval que escondió sorpresas inigualables, como esta fantástica erudita que dedicó su vida al conocimientos de varios temas como el cosmos, la música, la medicina y el amor místico de Dios.
Como muchas contemporáneas de Hildebarga, aunque fueron muy pocas las afortunadas, cultivaron su amor a Dios desde una perspectiva que se acercaba más a la compasión y respeto hacia las mujeres. Esta monja benedictina se atrevió a hablar de muchos temas que se consiraban tabú para las mujeres, como la menstruación y la sangre, considerada en esa época por la Iglesia como símbolo demoniaco y sucio:
«La sangre verdaderamente sucia no es la sangre de la menstruación, sino la de las guerras”, escribió esta filósofa, música, doctora y escritora del medievo.
Nació el 16 de septiembre de 1098, al albor de una familia noble del Palatinado, actualmente en Alemania. Décima de sus hermanos y hermanas, desde niña fue consagrada a la vida religiosa, como era tradición, quedando al cargo de Judith de Spanheim (Jutta), otra religiosa noble, que fue quien le enseñó a Hildegarda las artes de las letras y la música gregoriana. Cuando su mentora murió, Hildegarda von Bingen se convierte en la abadesa en el monasterio de Disibodenberg, por unanimidad entre todas las monjas del monasterio. Unos años más tarde, fundaría el monasterio de Rupertsberg, pensado y creado para favorecer la salida de las monjas al exterior.
Una mujer excepcional de su tiempo
No sólo se dedicó a cultivar su inteligencia desde los robustos muros del monasterio de clausura, sino que Hildegarda realizó cuatro peregrinaciones que duraron varios años cada una, algo inusual en esa época considerando que era mujer. En sus viajes no sólo predicó la palabra de Dios, sino que se posicionó como una mujer política, pues en muchas ocasiones llegó a mandar importantes cartas donde manifestaba su oposición a los cátaros o a algunos personajes importantes de la época, relacionados con el entramado político del Vaticano.
Protegida del emperador Federico I Barbarroja, con el que mantuvo numerosas entrevistas, también se codeó con ilustres personajes de la época, de los que fue consejera, como Enrique II de Inglaterra o Leonor de Aquitania. Pero no sólo fue una noble preocupada por los ámbitos del poder, sino que también fue consejera de campesinos y campesinas mientras realizó sus viajes.
Una obra extensa y variada
Hildegarda von Bingen fue una compositora excelente. Su obra musical compuesta por 78 piezas musicales, que hoy podemos encontrar reproducida en algunas tiendas especializadas y en Internet, estaba llena de amor, compasión y paz, propias de su espíritu y amor hacia la vida y la naturaleza. Destacan La sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales (1140-1150) y El Coro de las Virtudes (1150).
Además, escribió varios libros místicos, más de 300 cartas sobre sus conversaciones con personas de todos los estratos sociales, y una obra completa de conocimientos médicos, uno de los compendios de medicina medieval más importantes que se conservan hoy en día.
Una de sus obras más conocidas es Conoce los caminos o Scivias, en la que recopila sus visiones y vivencias místicas que experimentó desde niña. Una obra que recibió la total aprobación papal en su momento y que recoge reflexiones filosóficas acerca de la creación del mundo y el ser humano, la Historia pasada, presente y futura de la humanidad, el desarrollo de la Iglesia y reflexiones profundas sobre Dios.
Otra de sus más importantes obras es Las obras médicas de Santa Hildegarda, que fueron divididas en dos textos: Physica (Historia Natural), un libro donde se describe la utilidad de los animales, vegetales y minerales para el ser humano, y Causae et Curae (Causas y Remedios), donde compila las causas de las enfermedades, remedios y funcionamiento del cuerpo humano de sus años investigación médica.
Muerte y canonización
Hildegarda von Bingen murió en 1179 a la asombrosa edad de 81 años, algo poco común en aquella época, donde la esperanza de vida era mucho menor. A partir del siglo XIII varios Papas comenzaron su proceso de canonización, pero se fue parando por otros religiosos durante siglos. Finalmente, en 2012, el papa Benedicto XVI la santificaba de facto nombrándola Doctora de la Iglesia.
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