¿Qué significa ser una madre castrante?

Es evidente que toda madre quiere lo mejor para sus hijos y se desvive por protegerlos, pero cuidado con la sobreprotección y, sobre todo, con ejercer una actitud que puede rayar en el autoritarismo con el exceso de límites al desarrollo de su personalidad y, en definitiva, de su propia vida. Ser una madre excesivamente dominante, castrante o castradora en términos psiquiátricos, puede tener consecuencias muy negativas para el desarrollo emocional de los hijos, sobre todo por el temor a desobedecer o a no hacer las cosas como su madre espera. Entre otras consecuencias, los hijos serán más proclives a sentirse inseguros e inferiores. Alguien dijo alguna vez, y no sin razón, que a partir de una determinada edad el papel de los padres es dejar que los hijos se equivoquen y aprendan de sus errores. Permitir su desarrollo emocional sin trabas ni cortapisas, y sobre todo no enterrar sus sueños o deseos, es tan importante como respetar su espacio e ir otorgando mayor libertad a medida que se hacen mayores y van siendo más responsables.

¿Cómo identificarla?

Una madre posesiva o castrante, ¿cómo identificarla? Una madre castrante considera, tal y como señalan los expertos en psicología, que su hijo es prácticamente de su propiedad, no solo durante la infancia, también en la edad adulta. Madres que durante la infancia y adolescencia no dejan que el padre intervenga en la educación de los hijos, y de hecho pueden llegar a restarle autoridad delante de ellos e, incluso, anular la figura paterna. Las madres posesivas se entrometen reiteradamente en las decisiones de sus hijos y, en la edad adulta, suelen ser muy críticas con las parejas de sus hijos, llegando a provocar crisis en las relaciones y matrimonios de sus hijos. Unas críticas hacia la pareja que se harán más intensas cuando nazca un nieto/a, ya que suelen tener tendencia a considerar que no están preparados para educarlos correctamente o, al menos, como lo haría ella.

Las madres castrantes suelen recurrir de manera reiterada al chantaje emocional con los hijos, exagerando incluso síntomas de enfermedades para acaparar toda la atención. No dudarán, si llega el caso, a utilizar frases del tipo “con lo que yo he hecho por ti durante toda mi vida” si consideran que no les prestan la suficiente atención.

Consecuencias

Las consecuencias pueden ser severas en el plano emocional para los hijos a medida que se hacen mayores y tienen que buscar su sitio en el mundo (su independencia, en pocas palabras, para hacer su vida), desde inseguridad para asumir nuevos retos, falta de ambiciones, problemas para consolidar las relaciones de pareja, dificultades para amar a otra persona, tristeza y melancolía permanente e, incluso, temor y sentimiento de culpa.

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