Roald Dalh, el conocido autor británico de ‘Charly y la fábrica de chocolate’, escribió las que posiblemente fueron las líneas más difíciles de su vida, tras perder a su hija, Olivia Dalh, por una encefalitis provocada por el virus del sarampión. Roald quiso que escribir su historia para concienciar a los padres de la importancia de las vacunas. El sarampión es una enfermedad solo en apariencia inofensiva, incluso subestimada en algún momento, pero que si no se trata adecuadamente puede derivar en complicaciones. La mejor forma de prevenir el sarampión es la vacuna. La carta, en la que relata su triste pérdida, fue escrita en 1988, aunque el fallecimiento de su hija tuvo lugar varias décadas antes. Tras escribirla, fue guardada en un cajón, donde permaneció hasta después de su muerte. Una publicación estadounidense la rescataba este año, 2015. Ahora se ha convertido en un fenómeno viral, especialmente en Estados Unidos tras la aparición de un brote del virus del sarampión y el surgimiento de movimientos antivacunas.
La historia de Roald Dalh Fue en 1962 cuando el escritor Roald Dalh perdió a su hija, una tragedia totalmente inesperada. A los 24 años, el famoso escritor decidió contar su historia para arrojar más luz sobre este enfermedad, con el fin de animar a los padres a vacunar a sus hijos y a desterrar la creencia, errónea, de que las vacunas son peligrosas para la salud. El escritor quiso que su pérdida sirviera, al menos, para evitar que una tragedia similar se perdiera y otros padres tuvieran que pasar por el difícil momento. Aquí está la conmovedora carta:
«Olivia, mi hija mayor, enfermó de sarampión cuando tenía 7 años. Mientras la enfermedad seguía su curso natural, recuerdo que le leía cuentos en la cama sin sentirme especialmente alarmado por su estado. Entonces, una mañana, cuando ya estaba en el camino de la recuperación, yo estaba sentado en su cama enseñándole cómo crear animalitos a partir de tubos de colores, y cuando le tocó a ella hacer uno me di cuenta de que sus dedos y su mente no trabajaban a la vez y no podía hacer nada.
«¿Te encuentras bien?», le pregunté.
«Tengo sueño», dijo.
En una hora estaba inconsciente. En 12 horas estaba muerta.
El sarampión se ha convertido en una cosa terrible llamada encefalitis por sarampión y no hay nada que los doctores puedan hacer por ella. Esto ocurrió hace 24 años, en 1962, pero aún ahora si un niño con sarampión por alguna casualidad desarrollara la misma reacción mortal al sarampión que Olivia, no habría nada que los médicos pudieran hacer.
Por otra parte, hay algo que hoy los padres pueden hacer para asegurarse que este tipo de tragedia no le pase a uno de sus hijos. Pueden insistir en que su hijo se vacune contra el sarampión. Yo no pude hacer esto por Olivia en 1962 porque en aquellos días no había sido descubierta una vacuna fiable contra el sarampión. Hoy existe una vacuna segura y accesible para todas las familias y lo único que tienes que hacer es preguntar a tu médico cómo administrarla.
Aún no está muy aceptado que el sarampión sea una enfermedad peligrosa. Creedme, lo es. En mi opinión los padres que se niegan a vacunar a sus hijos están poniendo las vidas de sus hijos en peligro. En América, donde la vacunación es obligatoria, el sarampión como la varicela han sido erradicados.
Aquí en Gran Bretaña, como hay tantos padres que se niegan por obstinación o ignorancia o miedo a que sus hijos se vacunen, todavía tenemos 100.000 casos de sarampión al año. De esos, más de 10.000 sufrirán efectos colaterales de algún tipo. Al menos, 10.000 desarrollarán infecciones de oído o de pecho. Unos 20 morirán.
Asúmelo. Cada año unos 20 niños morirán en Gran Bretaña a causa del sarampión. Entonces, ¿cuáles son los riesgos a los que sus hijos se enfrentarán si se vacunan?
No hay casi ninguno. Escucha esto. En un distrito de unas 300.000 personas, ¡un niño desarrollará serios efectos colaterales por la vacuna cada 250 años! Una oportunidad entre un millón. Creo que habría más posibilidades de que tu hijo se muriera por asfixia al COMERSE una chocolatina que se pusiera enfermo de verdad por la vacuna del sarampión.
Entonces, ¿de qué te preocupas? Es casi un crimen no vacunar a tus hijos. El mejor momento para la vacuna es a los 13 meses, pero nunca es tarde. Todos los niños en edad escolar que todavía no han sido vacunados deberían rogar a sus padres que les compraran una cuanto antes.
Casualmente le dediqué dos de mis libros a Olivia, el primero fue James y el melocotón gigante. Ese fue cuando aún estaba viva. El segundo fue El gran gigante bonachón, dedicado a su memoria después de que muriera de sarampión. Verás su nombre al comienzo de cada uno de estos libros. Y sé lo feliz que sería si solo pudiera saber que su muerte ha servido para ahorrar una gran cantidad de enfermedades y muertes de otros niños».
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