¿A qué temen los niños? A la oscuridad, al dolor, a las tormentas, a los ruidos y a lo desconocido. Son algunos de los miedos infantiles más comunes. ¿Qué podemos hacer o cómo podemos ayudar a los más pequeños para evitarlo? De entrada hay que señalar que el miedo es una emoción, un mecanismo de adaptación. El miedo no distingue entre edades, aunque sí es cierto que a lo largo de la infancia los estímulos que producen miedo van cambiando.
El miedo es una emoción que nos acompaña a lo largo de la vida, especialmente en la infancia y como parte del proceso de adaptación y maduración. Los miedos van cambiando, en función de los estímulos. Si no se controla puede derivar en un estado de ansiedad o angustia. Su aparición puede estar provocada por factores externos y ambientales, pero también por el propio temperamento o personalidad. Casi todos los niños sienten miedo a algo, una sensación que va desapareciendo a medida que crecen y ganan en experiencias vitales.
¿A qué le tienen miedo los niños?
Podríamos decir que, en función de la edad, los miedos o temores infantiles van cambiando. Así, hasta los dos años de edad la tendencia infantil es temer a la soledad y a la oscuridad, así como al aislamiento, separación de la madre, a las personas desconocidas, a los ruidos y a los animales. Entre los tres y los cinco años aparece el miedo al daño físico, al dolor y al sufrimiento; a la separación de los padres y a lo desconocido (fantasmas, brujas…). A partir de los cinco años, y hasta los ocho, se acentúa el miedo a la soledad, a los ambientes hostiles, a las tormentas, a la escuela y a los seres imaginarios. A partir de los nueve años es más común el miedo a las relaciones sociales, a no ser aceptado en el grupo, a los exámenes, a la imagen corporal, a la violencia exterior y a la muerte.
¿Cómo ayudar a superar los miedos infantiles?
Aunque forman parte del desarrollo hay una serie de consejos a seguir como padres para ayudar a los más pequeños a superar sus miedos o temores. Es importante controlar los miedos de los más pequeños, ya que en caso contrario pueden derivar en un problema de ansiedad, estrés e, incluso, angustia. La sobreprotección y los reproches son dos actitudes poco recomendables y que no solucionan el problema de los miedos. Hay que evitar por tanto sobreproteger al niño, no ridiculizarles ni reprocharles el sentir una emoción tan natural como otras.
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