La aparición de un caso de difteria en un niño, casi 30 años después de diagnosticarse el último en nuestro país, ha vuelto a generar el debate que parecía cerrado sobre si se debe o no vacunar a los niños. Los grupos antivacunas, minoritarios en nuestro país en comparación con otros como Estados Unidos, alegan que temen los efectos secundarios de las vacunas, que aunque pueden darse son ínfimos. Expertos en pediatría alegan, por su parte, que creer erradicada una enfermedad hace que se pierda el miedo a padecerla y, por tanto, no se la da la debida importancia a la vacuna, cuya seguridad y efectividad está debidamente demostrada.
¿Pueden considerarse peligrosos los grupos antivacunas? Lo cierto es que en nuestro país la vacunación de los niños no es obligatoria, si bien solo un porcentaje muy bajo de padres opta por no vacunar a sus hijos. Los grupos antivacunas pueden considerarse peligrosos en la medida en que sus argumentos se sustenten sobre falsos mitos o creencia. Internet y las redes sociales se han convertido en un escaparate idóneo para exponer todo tipo de ideas, y también los grupos antivacunas están presentes, pero Internet no es un experto en medicina ni en pediatría y, como todos sabemos, en cuestión de salud no hay que dejarse llevar por cualquier información que se lea en la red. De hecho, algunos grupos antivacunas minimizan la efectividad de la inmunización y, por el contrario, exageran los efectos secundarios.
Conviene recordar que cuando no se está vacunado frente a una enfermedad también se está exponiendo al resto si se resulta infectado. Es decir, la inmunidad colectiva no es un escudo protector; es decir, pensar que cuando la gran mayoría está vacunada los virus o bacterias no se van a propagar. Error, porque si la vacunación desciende, la inmunización también lo hace, lo que favorece el escenario para la aparición de epidemias.
Grupos antivacunas ¿Cómo surgen los grupos antivacunas?, ¿quién está detrás? Es cierto que, por cuestiones de creencia religiosa o personal, los padres pueden tomar las decisiones que consideren más acertadas para la salud de los hijos. En otros casos, simplemente se trata de considerar que la medicina natural es más efectiva que la tradicional. Sin embargo, y aunque se trata de un porcentaje muy reducido, los padres que optan por no vacunar a sus hijos no siempre representan a los grupos antivacunas.
La figura más conocida del movimiento antivacunas es el médico británico Andrew Wakelfield, autor hace unos años de un polémico artículo sobre la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) asegurando que causaba autismo. Tras demostrarse que el estudio era un fraude, fue expulsado del Colegio de Médicos del Reino Unido. Sin embargo, ese artículo fue la base para que naciera lo que se conocería como el movimiento antivacunas. En España los pioneros fueron la Liga para la libertad de la vacunación, un grupo naturalista encabezado por dos médicos y que defienden sus teorías sobre los peligros de la vacunación.
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