Las bacterias marcan una gran diferencia entre el nacimiento de parto vaginal y por cesárea. ¿De qué manera? En el parto vaginal, el recién nacido puede decirse que se baña en la flora vaginal de la madre, mientras que en el parto por cesárea no entran en contacto con ella, sino que son los microbios de la piel de la madre los que predominan. ¿Podría esto traducirse en que los recién nacidos por cesárea están menos protegidos? De ser así, los investigadores, entre ellos el biólogo español José Clemente, profesor del Hospital Monte Sinaí (Nueva York), han indagado en la forma de contrarrestar esta situación restaurando el microbioma de los bebés. De hecho, tal y como señalan los expertos, hasta el momento en que el bebé pasa por el tracto vaginal permanece libre de bacterias.
Las bacterias vaginales ejercen en la mujer una función protectora esencial contra las infecciones, como las bacterias del ácido láctico, capaz de evitar el desarrollo de otras bacterias. Función a la que, como defienden los investigadores, hay que sumar una más, y no menos importante, y es favorecer el correcto desarrollo del sistema inmunológico del recién nacido. Un paso en la investigación fundamental si tenemos en cuenta, como han señalado otros estudios, que el parto por cesárea está asociado a un mayor riesgo de patologías inmunes (asma, inflamación intestinal…).
Las novedosas conclusiones extraídas son aún más importantes si tenemos en cuenta que el número de bebés nacidos por cesárea ha aumentado en los últimos años. En España se sitúa en torno al 27% (según datos correspondientes al año 2013).
La revista Nature Medicine ha publicado un artículo en el que se explica cómo se ha llegado a esta conclusión que abre nuevas vías de investigación. Contando con la participación de 18 embarazadas, de las que se tomaron muestras de la flora bacteriana vaginal, de la boca, piel y zona anal. Siete de ellas dieron a luz por parte vaginal, y el resto por cesárea. Para corroborar si es posible restaurar el microbioma de los recién nacidos por cesáreas, se introdujo una gasa a cuatro de ellas durante una hora y antes del parto. Nada más nacer, se aplicó al recién nacido la gasa en algunas zonas corporales. A lo largo del mes siguiente se fueron tomando muestras tanto de las madres como de los bebés para constatar que los niños nacidos por cesárea y a los que se había aplicado la gasa presentaban un microbioma más vaginal que a los que no se les aplicó y nacieron por el mismo procedimiento.
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