La toxoplasmosis es una infección causada por un parásito denominado toxoplasma gondii. Aunque en la mayoría de los casos se trata de un trastorno leve, conviene prestarle especial atención durante el embarazo, ya que la infección puede extenderse a la placenta y al futuro bebé. Además, el contagio por toxoplasmosis no se produce de persona a persona, salvo en el caso del embarazo que sí puede transmitirse de madre a hijo. El contagio se produce a través de la sangre. Durante el embarazo, el riesgo de contagio de madre a hijo aumenta a medida que avanza la gestación. Así, puede pasar del 15% de probabilidades -según datos médicos- en el primer trimestre a más de un 60% en el tercer trimestre.
Consecuencias para el feto
La toxoplasmosis puede tener severas consecuencias sobre la salud del futuro bebé, tanto durante el desarrollo del embarazo como en el postparto, ya que puede ser causa de aborto espontáneo o del denominado fenómeno del Stillbird (muerte perinatal). También puede producirse el fallecimiento del bebé a los pocos días de nacer. Otras consecuencias que puede tener para el recién nacido son problemas de infección en el hígado, ojos y bazo, neumonía o ictericía (exceso de tonalidad amarilla de la piel y los ojos). En casos severos, la toxoplasmosis también puede causar parálisis cerebral, apoplejia o discapacidad intelectual.
¿Los gatos contagian la toxoplasmosis?
La relación entre gatos y embarazo sigue siendo objeto de debate, si bien la respuesta es que no exactamente. De entrada hay que señalar dos cuestiones. Por un lado, la mayoría de los gatos caseros no se contagian nunca de toxoplasmosis, especialmente por los cuidados que reciben en cuanto a higiene y alimentación. Por otro, según datos médicos, la mayoría de las infecciones de toxoplasmosis están causadas por el consumo de carne cruda infectada o poco cocinada, así como otros alimentos infectados (frutas, agua), o por contacto con arena contaminada.
El parásito de la toxoplasmosis se reproduce, una vez contagiado, en los intestinos del animal, si bien también pueden encontrar refugio en la caja de arena del gato al entrar en contacto directo con las heces. La particularidad de este parásito es que puede mantenerse activo durante meses y expandirse, por ejemplo, al agua. El contagio se produce porque ha comido algún animal o carne contaminada (un pájaro, por ejemplo) o por beber agua contaminada o leche no pasteurizada.
Para evitar riesgos conviene poner en práctica algunos consejos, como el evitar limpiar la caja de arena del gato durante el embarazo y, en caso de tener que hacerlo, utilizar siempre guantes desechables y mascarilla. Al finalizar, lavarse bien las manos. De igual manera, hay que cuidar la alimentación del gato, y ello implica darle un alimento de calidad, y si le damos restos de comida que siempre esté bien cocinada. Hay que evitar que el gato salga de casa a cazar ratones o pájaros, así como mantener alejado al animal de la zona donde comemos.
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