El marrón de Santillana, que no era tan marrón

Hace solo unos días, encontramos en Facebook un post alarmante publicado por un padre de familia responsable. Como él mismo contaba, había encontrado algo terrible mientras revisaba los nuevos libros de texto de su hija (actividad que desde aquí aplaudimos, especialmente si tenemos en cuenta los temidos ajetreos de la interminable vuelta al cole). Fue en un libro de lengua y literatura que el padre descubrió algo que le sorprendió negativamente: un contenido de competencia lectora que se titulaba «Qué es un marrón y cómo afrontarlo». Sin dudarlo, hizo una foto de dicha página del libro en cuestión y lo publicó en Facebook, mostrando su indignación, ya que parecía «increíble» haberse encontrado con algo así en un libro supuestamente pensado para niños de doce años. Aprovechó también para llamar a la reflexión diciendo textualmente que «da mucha pena ver los valores del trabajo que transmiten nuestras escuelas».

Todos sabemos qué es un marrón. El padre se sentía fastidiado por la normalización de un concepto coloquial y porque posiblemente así, los alumnos (incluida su hija) sentirían menos tapujos al decir que cualquier actividad pesada en el trabajo era un «marrón».

Desde la redacción de Ellahoy, reaccionamos con indignación cuando lo vimos, como las más de cuatro mil personas que compartieron el post; sin embargo, antes de comentarlo, nos decidimos a contactar con la editorial, para explicarles que no entendíamos muy bien cuál había sido la motivación para incluir a «los marrones» en un texto de comprensión lectora. Les preguntamos cuál era el fin y les indicamos que, por si no lo sabían, este caso ya se estaba volviendo viral en las redes.

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Poco tiempo después, la editorial nos constató, desde su perfil Facebook, que, como todos los contenidos de los libros de texto, no hay nada que se escape del libreto pedagógico: «Lo que se pretende es que el alumno identifique en qué tono está escrito y pueda abordar la comprensión de un texto claramente humorístico e irónico». Subrayaron que el texto en cuestión pertenece a la unidad de Competencia lectora, dentro del programa de Comunicación, espacio que sirve para analizar textos de distinta índole (humorísticos, poéticos, metafóricos, obras clásicas, etc).

Lo que intentaba la editorial al incluir este contenido no era decir entre líneas a los alumnos de doce años que «el trabajo está lleno de marrones» si no enseñarles a diferenciar el contenido de un relato de su intención comunicativa. Para explicarnos mejor esto, nos adjuntaron la siguiente página del libro que el padre de familia no había publicado en Facebook y en la cual se pueden visualizar algunos ejercicios que confirman las declaraciones de la editorial Santillana.

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No debemos olvidar que todos los contenidos educativos cuentan con el apoyo pedagógico del profesor, que actúa como guía para la correcta comprensión de los mismos y que, por tanto, sería el indicado para aprovechar la lectura del texto como un momento de reflexión sobre la importancia de los valores en el trabajo; aunque, claro está, no hay mejor maestro que el buen ejemplo que damos los padres y madres a nuestros hijos en casa.

Como en muchos otros, podríamos estar frente a un claro caso de falta de profundización. Tenemos en nuestras manos un poder tremendo con las redes sociales, pero a veces no medimos muy bien qué podemos ocasionar al publicar algo de lo que no estamos del todo informados. Si bien la intención del padre de familia fue la de compartir su indignación y quizás más remotamente, movilizar una acción de reflexión entre los padres y madres responsables como él; le faltó analizar mejor el contenido completo o lo que es lo mismo: pasar la página.

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