Crianza compartida: lo bueno, lo malo y lo feo

La crianza compartida sigue siendo en muchos aspectos una asignatura pendiente. Es innegable que la sociedad cambia, siendo uno de los cambios más importantes la incorporación de la mujer al mundo laboral. Sin embargo, pese a que la mujer ha asumido su papel en el espacio público, el hombre no ha hecho lo propio en el espacio privado, al menos en la misma medida. Es decir, sobre la mujer sigue recayendo en muchas ocasiones el mayor peso del hogar y del cuidado de la familia. La crianza compartida debe ser entendida como la corresponsabilidad de los padres a la hora de hacerse cargo del cuidado y atención de los hijos. No podemos olvidar que, especialmente en caso de separación o divorcio, para los niños es importante seguir contando con una figura materna y paterna de referencia. Ser padre o madre es posiblemente una de las mayores responsabilidades, un rol que deben asumir ambas partes. Hay que subrayar que la separación de una pareja no tiene que suponer irremediablemente la ruptura de la familia, sino todo lo contrario.

Es evidente que el ritmo frenético que llevamos y los horarios laborales no siempre nos permiten dedicar el tiempo que quisiéramos a nuestros hijos. Conciliar la vida familiar y laboral puede ser complicado, pero siempre resultará más fácil y llevadero si ambos progenitores asumen de manera equitativa sus responsabilidades. El trabajo fuera de casa, o el llegar a casa agotados después de una larga jornada, no puede ser excusa para no pasar un poco de tiempo con los niños.

Lo bueno

La crianza compartida no solo es la mejor manera de que los hijos cuenten con el cuidado y atención de los dos padres. Es importante que ambos progenitores colaboren y estén de acuerdo en compartir las responsabilidades y cuidados, no solo porque esto permitirá a ambos padres disponer de tiempo para sus obligaciones, sino porque es la mejor manera de que los niños se sigan sintiendo protegidos y seguros. Cuando hay una separación o ruptura entre los padres, los hijos pueden sentir cierta inestabilidad o pérdida de seguridad.

La crianza compartida, más allá de los horarios de visita, implica involucrarse en la educación de los hijos en todos los aspectos, siendo importante fijar los tiempos y reglas de convivencia.

Lo malo

Si hay falta de comunicación entre los padres la crianza compartida puede resultar más complicada. Así, por ejemplo, entre los errores más comunes cuando se produce una separación y los niños tienen que repartir su tiempo con los padres, es que uno de los dos progenitores aproveche ese tiempo para hablar mal o hacer comentarios negativos de la otra parte. Es algo que hay que evitar siempre delante de los hijos. De igual manera, hay que tratar de comunicarse, al menos una vez a la semana, porque no podemos olvidar que los niños, independientemente de la relación de sus padres, van a seguir teniendo una serie de necesidades que hay que cubrir. Evitar tomar decisiones unilaterales.

Lo feo

En ocasiones, sobre todo cuando las responsabilidades laborales nos absorben demasiado tiempo, tendemos a ser más indulgentes con los hijos como una manera de compensar la ausencia. Si se comparte la crianza y la educación, esto puede derivar en que el niño prefiera estar con uno de los padres, simplemente porque el otro establece unas normas. Ambas partes deben fijar unas reglas para evitar que los niños se aprovechan o malinterpreten las situaciones.

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