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La primavera no comienza hasta que en Mónaco celebran el Baile de la Rosa, sin duda la mejor forma de dar la bienvenida a la nueva estación, con mucho estilo y glamour. Aunque en esta ocasión nos ha faltado un poco, ya que este día tan especial en el principado se ha vivido sin Charlene. ¿Dónde está? La que sí estuvo fue Carlota Casiraghi, pero que acudió sola, sin su nueva pareja el director de cine Lamberto Sanfelice.
Mónaco se ha vuelto a vestir de de gala con motivo del tradicional Baile de la Rosa. Una de las fiestas más esperadas en el calendario del Principado con la que la Familia Grimaldi da la bienvenida a la primavera. Y es que decimos adiós al invierno, este año más lluvioso que frío, y decimos hola a la estación de las flores.
En esta ocasión la 62 edición de esta celebración con fines benéficos a favor de la fundación Princesa Grace, tuvo al príncipe Alberto como anfitrión de lujo unto a su hermana, la princesa Carolina, pero contó con una destacada ausencia, la de la princesa Charlene que, como el año anterior, no ha acudido a esta cita. ¿Por qué? ¿No se siente a gusto? Suponemos que se quedaría cuidando de los gemelos.
No pareció mucho importarle a Carolina de Mónaco, que se mostró en todo momento radiante y feliz junto a sus cuatro hijos: Carlota, Andrea -en compañía de su mujer Tatiana Santo Domingo-, Pierre -junto a Beatrice Borromeo- y Alejandra de Hannover. Lo más llamativo fue que Carlota Casiraghi acudió sola al Baile Rosa, sin su nueva pareja el director de cine Lamberto Sanfelice. Así que decidió sentarse al lado de su hermano Pierre.
Alejandra, la que más brilló
Para Alejandra fue un día especial, ya que fue su primer Baile de la Rosa, y lo hizo con un vestido en color rosa empolvado de Chanel, de lo más elegante. Además, Beatrice Borromeo. Eclipsó con un espectacular vestido rojo de Giambattista Valli con escote palabra de honor digno de la mejor alfombra roja.
Una vez más el Sporting Club se vistió de gala, también fue el diseñador Karl Lagerfeld, buen amigo de Carolina de Mónaco, el encargado de la decoración, esta vez apostó por los tonos verdes que recordaban a los campos de caña de azúcar y a los colores turquesas del mar. Los más de 900 invitados (en esta ocasión no estuvo Alaska amenizando la fiesta) fueron recibidos con dos tradicionales bebidas de la isla: un mojito y un combinado. Así que se lo pasaron en grande.