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Es el vídeo viral del momento y debería serlo de la década. Lizzie Velásquez es el ejemplo de superación que todos deberían conocer y tener en cuenta. Superación ante la enfermedad, ante la vejación social, ante la humillación y la ignorancia. Su historia está recorriendo el planeta a través de internet, y es que pocos han tenido la ocasión de tener un caso así de extremo cerca. Ahora gracias a Youtube es posible.
Lizzie nació el 13 de marzo de 1989 en Texas y es la mayor de tres hermanas. Al nacer, los médicos informaron a los padres que había crecido sin líquido amniótico y que, por tanto, no podría hablar, pensar, comer, ni hacer nada por sí misma. Tenía un síndrome sin diagnóstico que tan sólo otra persona en el mundo padecía. Entre otras cosas, implicaba la imposibilidad para engordar. Lizzie pesa aún hoy 27 kilos, y tiene que alimentarse cada poco tiempo para poder sobrevivir. Además, tiene una severa discapacidad visual y otros muchos problemas. Con este currículum, era de esperar que su paso por el colegio y el instituto fuera tremendamente difícil. Víctima del bullying y apartada de todos, su apariencia fue su gran condicionante durante su infancia y su adolescencia. Lizzie lo cuenta en este vídeo motivacional que Ellahoy ofrece a sus lectoras.
¿Qué es lo que define quién eres como persona?
El cambio mental para Lizzie llegó el día que descubrió que un compañero del instituto había colgado en Internet un vídeo suyo de 8 segundos titulado «La mujer más fea del mundo». En poco tiempo llegó a tener millones de visitas y miles de comentarios ofensivos: «Lizzie, hazle un favor al mundo y suicídate», es un ejemplo de algunas de las cosas que tuvo que leer. Y aquí comienza la verdadera reflexión de Lizzie: «¿Qué es lo que te define? ¿Quién eres? ¿Te define de dónde vienes? ¿Te definen tus antepasados, tus amigos…? ¿Qué es lo que define quién eres como persona?». Para Lizzie, la respuesta a esta pregunta llegó tras una ardua labor interior de aceptación, de saber que no estaba definida por su apariencia externa, por sus pequeñas piernas, por su piel envejecida que tanto odiaba. Que no estaba definida por lo que veía cada mañana en el espejo y que le disgustaba profundamente. Lo que Lizzie aprendió es que no podía dejar que nada de eso, por muy difícil que fuese, la definiera: «Mi vida fue puesta en mis manos igual que sus vidas fueron puestas en las de ustedes. Tú eres esa persona en el asiento delantero de tu coche. Tú eres el que decide si tu coche se va por un mal o un buen camino. Tú eres quien decide lo que te define».
Así que Lizzie decidió que todos esos comentarios hirientes, todos esos insultos, toda esa negatividad, los usaría como la mecha para hacer algo positivo, para avanzar, para elegir hacer las cosas bien. «¿Acaso voy a dejar que la gente que me llama monstruo me defina?», se pregunta. Eligió ver lo bueno que sí tenía («No veo por un ojo… ¡Pero puedo ver por el otro!», dice ella misma). Eligió ser feliz y no lamentarse. Eligió auto-definirse por sus éxitos, sus logros y sus metas.