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Kate Middleton y el Príncipe Guillermo no quieren vivir en su lujosa casa de Kensington. Los duques de Cambridge se han dado cuenta de que su palacio no les gusta, lo más llamativo es que lo han hecho después de haber invertido más de cinco millones de euros en su remodelación. Uno de los principales motivos es que se encuentra muy céntrico, y Kate es testigo de cómo curiosos y fotógrafos se aglutinan en la puerta de su casa en busca de la foto.
Te gastas cinco millones de euros en una casa, la mayoría procedente del fondo público de Reino Unido, y te das cuenta de que ya no la quieres. Pues algo así le ha ocurrido a la siempre estilosa Kate Middleton, que después de reformar su lujoso apartamento de Kensington Gardens y Hyde Park, en el centro de Londres, se ha dado cuenta de que ella no quiere vivir allí.
Una de las principales razones es que al estar tan céntrico, Kate, su marido Guillermo, y su hijo son presa fácil para los muchos curiosos y fotógrafos que pasan por allí. La duquesa no tiene intimidad y cree que así es imposible hacer vida cotidiana. Y ahora, después de ordenar construir dos cocinas o mandar pintar ciertas estancias dos veces, han decidido marcharse e instalarse en Sandrigham como hogar permanente y tener el palacio de Kensington como la casa de Londres o la segunda residencia. Así da gusto. No sabemos si este traslado tendrá algo que ver con los rumores sobre un posible segundo embarazo.
Así que agosto va a ser un mes de mudanzas. Los duques se cambian a una casa que está a dos horas de coche de Londres y casi tres del palacio de Kensington. Fue un regalo que la reina Isabel II le hizo a su nieto para su 30 cumpleaños. Tiene 200 años de historia, está siendo reformada para que se convierta en el hogar campestre. Seguro que allí, lejos de la ciudad, Kate se siente mucho más cómoda. Está claro que en estos momentos, la prioridad para ellos y su entorno, hijo y niñera española incluido, es vivir en tranquilidad, por lo que será Anmer Hall la nueva residencia fija y el palacio de Kensington para sus desplazamientos a la capital.
No sabemos cómo habrá sentado a los británicos esta mudanza, después de que se hayan invertido más de cinco millones de euros, la mayoría procedentes de sus impuestos, para reformar un domicilio que ahora pasa a un segundo plano. Los que sí están de acuerdo son el príncipe Carlos y la reina Isabel II, que apoyan la decisión del futuro heredero. Eso sí, si algún día llega a ser rey, tiene que saber que deberá trasladarse de nuevo de residencia.