¿Existe la depresión postboda? Aunque no está reconocida como un síndrome específico, sí, existe, y puede empañar la felicidad de los recién casados. No es arrepentimiento tras dar el sí, quiero, sino que más bien puede definirse como una alegría truncada de manera repentina, y detrás puede haber muchos motivos. Uno de ellos, el estrés que suele implicar la organización de una boda, y que una vez celebrada y relajarnos puede traducirse en cierto malestar anímico.
La depresión después de casarse, que también se conoce como Wedding Blues, está muy asociada a las expectativas creadas en torno a la boda. Toda celebración es un momento muy especial en la vida de la pareja, pero hay una diferencia entre planificar la boda como objetivo a hacerlo como el inicio de una nueva etapa. No siempre las expectativas se cumplen y esa ilusión depositada puede verse truncada justo después del día de la boda.
La depresión postboda puede afectar a uno o a los dos cónyuges, siendo importante reconocer los sentimientos y hablar con la pareja, ya que la comunicación es esencial. ¿Cómo reconocerla? Los síntomas de tristeza y malestar suelen aparecer en los primeros 7 días después de la boda, y aunque en cierta manera puede ser normal después de unos meses de nervios y preocupaciones para que todo saliera bien, conviene no dejarse llevar por estos sentimientos negativos. Si el malestar anímico persiste una semana después, y además nos impide disfrutar plenamente de la luna de miel y de la relación de pareja, conviene pedir consejo o ayuda terapéutica.
¿Qué produce este bajón anímico después de la boda? Planificar la boda implica tiempo, y en muchas ocasiones estrés para no dejar nada a la improvisación, y todo esa dedicación y el tener la agenda repleta de cosas pendientes para hacer antes de la boda puede verse de repente reemplazada por un sentimiento de vacío y de tristeza. ¿Y ahora qué?, es la pregunta que pueden llegar a hacerse algunas parejas.
Casarse, y especialmente en el caso de las parejas que hasta ese momento no vivían juntas, es un cambio al que hay que adaptarse. Casarse puede significar asumir nuevas responsabilidades y es entonces, justo después de la boda, cuando puede asaltarnos el vértigo. Una nueva vida en común que tiene que venir acompañada de proyectos y nuevos retos porque, de lo contrario, se corre el riesgo de caer en la monotonía del matrimonio.
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