Las bodas al aire libre no siempre son idilios bucólicos. Te contamos los principales problemas que pueden surgir y cómo anticiparse a ellos
Por fin, después de meses y meses de interminable espera, tachas con decisión el último día del calendario. Ya has perdido la cuenta de las cruces de rotulador rojo que has hecho, pero por fin el día señalado con el círculo se ha convertido en una realidad. Tal vez ya hayas fantaseado con el momento en alguno de tus sueños.
En ellos presumiblemente se haya proyectado la imagen de un cielo límpido atravesado por pájaros cantores y coronado por un sol dorado que aporta esa utópica dosis de calidez. Pero, ¿y si el tiempo atmosférico tiene otros planes? Un firmamento encapotado puede ser el peor de los problemas, sobre todo si las nubes comienzan a descargar su furia sobre los asistentes.
La mejor solución para esta situación es la rápida capacidad de reacción. Como ya adelantamos en otro artículo, la pareja organizadora debería encargarse de desplegar una carpa para que los asistentes se guarezcan de la lluvia. A falta de dicha carpa, se puede optar por bancos móviles que puedan transportarse con facilidad entre dos personas. De este modo, si la iglesia se encuentra cerca, los invitados podrán replegarse al interior sin sufrir muchos contratiempos.
En cualquiera de los casos, la mejor alternativa pasa por no arriesgarse. Una boda al aire libre ya entraña bastantes complicaciones por sí sola, y estas se multiplican si el mes escogido para celebrarla es uno con precipitaciones abundantes. Por ello, si se decide jugar la carta del exterior es altamente recomendable elegir para la ocasión los meses más secos, es decir, generalmente julio o agosto. De este modo, el riesgo de ser víctima de las inclemencias meteorológicas se reducirá ostensiblemente.
Frío y calor
Las últimas variables que se han de tener en cuenta a la hora de planificar una boda al aire libre son el frío y el calor. Supongamos que las temperaturas caen y el enclave escogido es sacudido por varias rachas de vientos huracanados. Sería conveniente acoplar a cada una de las mesas del banquete una estufa que proporcione calor a los invitados.
Finalmente, en caso de condiciones extremas de calor, no está de más incluir en cada una de las mesas un pequeño difusor de repelente para los mosquitos y demás insectos para garantizar el bienestar de todos los presentes.