El matrimonio es un paso importante dentro de la vida de cada persona y puede ser una decisión que cueste tomar
La vida está compuesta por la toma de decisiones. Una tras otras. Y a cada cual más importante. Es algo innato en la trayectoria del ser humano, pero quizás la decisión más trascendental sea la de elegir a tu compañero de vida, ya que para muchas personas el día de su boda y el compromiso que se adquiere es el día más importante de toda su vida.
Pero, ¿cuándo es el momento en el que vemos que tenemos que dar ese paso y comprometernos con la persona que hemos elegido? Este momento da algo de miedo e incluso queremos recurrir a señales que nos den el visto bueno y nos haga decidirnos. Además, se la situación que en ocasiones todo va fluida la relación, pero en otras, aún estando la pareja plenamente enamorada, diferentes cuestiones hacen que se dude, por lo que se complica aún más.
El periodo de amantes empedernidos suele durar más o menos un año como mucho. Si esta situación se prolonga incluso habría que mirárselo porque no estaríamos viviendo una situación real para saber establecer una diferencia entre lo divino y lo veraz. Sentir que no somos nadie sin el amor de nuestra pareja puede suponer problemas personales. Además, las discusiones suponen un termómetro perfecto para saber el grado en el que nos encontramos de la relación y como puede ser a futuro.
El matrimonio, una decisión que debe ser meditada
Incluso cuando discutimos podemos establecer una visión de lo que puede llegar a ser nuestra pareja, el criterio que alberga. Esto a nivel emocional es importante para decidir si estamos ante la persona adecuada o no. Si tiene o no la madurez que buscamos.
Ser personas abiertas y que sentimentalmente puedan desnudarse ayuda a conocerse más y a saber el uno del otro. Aquí también podremos discernir el tipo de persona que tenemos en frente y si queremos compartir el resto de nuestra vida junto a ella. Si por el contrario esto no sucede podemos tener una relación corta con esa persona, aunque nos sintamos muy atraído por ella.
Compartir el mismo camino significa pensar igual ante aspectos de la vida como tener hijos, el número de ellos, vivir a las afuera de la ciudad o en el centro y un largo etcétera. Pero más importante que estos factores, que al fin o al cabo se pueden negociar, está la coincidencia en tener unos mismos valores, filosofía o creencias.
Por último, la predisposición es vital. No todas las personas tienen todas las respuestas antes de un compromiso tan importante como el matrimonio pero conocen sus carencias y asumen el poder mejorarlas.