¿Qué mensaje simbólico encierra el blanco matrimonial? ¿Son iguales todas las tonalidades de blanco? Te lo aclaramos
Desde tiempos inmemoriales la novia ha desfilado hasta el altar vestida con un largo vestido blanco que, a su vez, ha protagonizado un puñado de entradas como dentro del refranero español como «Blanca y radiante va la novia» o «Ir de punta en blanco». La primera de ellas denota una belleza refulgente. La segunda es sinónimo de elegancia.
Con todas estas connotaciones positivas, no resulta sorprendente que la novia porte prendas blancas. Sin embargo, ¿son iguales todos los tonos de blanco? La lógica y la moda nos invitan a pensar que no, que la elección de uno u otro depende de lo que la novia pretenda transmitir e incluso del tipo de boda que desee organizar.
Por un lado, el blanco vintage, cada vez más en boga en las nupcias recientes, se caracteriza por presentar un matiz más roto y apagado, más oscuro y menos brillante que el del blanco moderno. Se trata de un blanco que evoca inmediatamente una época pasada en la que imperaban los suelos de madera, las prendas grises y las portes solemnes. La preferencia por este vestido podría indicar que su portadora apuesta por una boda de corte tradicional, con un gran fasto religioso.
El otro blanco, aquel más brillante y similar al de la luz, es el símbolo inequívoco de la ruptura con los viejos tiempos, asociado a novias jóvenes que desean lucir un look más moderno. Este tipo de eventos llevan aparejados un ceremonial eclesiástico mucho más reducido, limitado a lo esencial. En estas celebraciones predominan los grandes banquetes y las fiestas.
No obstante, las últimas tendencias dictan que lo más destacado del momento es una combinación de ambos estilos, es decir, de un vestido de blanco roto ribeteado con ornamentos lustrosos, considerados modernos, como virutas de oro, cristales o lentejuelas que aportan el componente innovador a una prenda extremadamente tradicional.
La inspiración bíblica
La costumbre de vestir a la novia procede. como no podía ser de otra manera, de las Sagradas Escrituras. El blanco siempre ha equivalido a «pureza» para los católicos, tal y como puede comprobarse en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis. En estas últimas páginas se relata el fin del mundo a través de la llegada de cuatro jinetes, cada uno asociado a un color y a una alegoría.
El jinete que montaba el caballo blanco era el único que reflejaba un valor positivo como la conquista. La conquista, si es legítima, es decir, si sirve para recuperar un territorio que le ha sido arrebatado a un rey por la fuerza, es símbolo de justicia y pureza y aproxima a su rey a Jesucristo. Así, en su boda, la novia conquista el altar, el lugar que le corresponde, y le lega el último suspiro de pureza antes de consumar el matrimonio.