Reflujo gastroesofágico: La lactancia materna reduce el trastorno

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Reflujo gastroesofágico: La lactancia materna reduce el trastorno. Estamos ante un trastorno benigno y temporal, pero que, según datos médicos, puede afectar a la mitad de los lactantes. Un trastorno que aparece en los primeros meses de vida y que, a partir de los 12 meses, suele empezar a remitir. El reflujo gastroesofágico puede estar provocado por diferentes causas, tales como la prematuridad, ciertas enfermedades respiratorias, la obesidad y algunos trastornos neurológicos. La lactancia, una vez más, puede ser una buena aliada para disminuir su prevalencia y sus síntomas.
 
Se estima, según datos médicos, que estamos ante un trastorno que padecen la mitad de los lactantes desde los primeros meses, aunque también se puede presentar en niños más mayores. El reflujo gastroesofágico se considera un trastorno benigno, pasajero y propio de la infancia. Su prevalencia, como avalan las cifras, lo convierte en uno de los principales motivos de consulta por parte de los padres en las consultas del pediatra. El reflujo gastroesofágico, en términos médicos, se define como la respuesta a la inmadurez que presenta el aparato digestivo y un trastorno en su funcionamiento durante los primeros meses del bebé (el esfínter, encargado de abrir y cerrar el paso a los alimentos). En palabras de la Asociación Española de Pediatría, es el retorno involuntario del contenido gástrico a la boca. Un trastorno digestivo muy frecuente, aunque puede variar en intensidad y que puede provocar vómitos (uno de los síntomas más comunes después de las tomas de leche), acidez o bocanadas de leche. Otros síntomas que pueden alertar de que el bebé padece reflujo gastroesofágico son las dificultades para dormir, se muestra más irascible y llora más a menudo, incluso, se niega a comer. El reflujo puede conllevar pérdida de peso o un estancamiento en el crecimiento.
 
Son varias las causas que lo pueden provocar. Entre estas causas, la prematuridad, pero también la obesidad, algunos problemas respiratorios o trastornos neurológicos. En este punto, la lactancia materna, considerada no solo el alimento ideal sino la vacuna perfecta para el recién nacido, también puede ser una interesante aliada, ya que como señalan los especialistas puede ayudar a reducir este trastorno.
 
La obesidad es un factor de riesgo de aparición del reflujo gastroesofágico en niños más mayores. En estos casos, la dieta también juega un papel esencial, siendo aconsejable que ésta sea baja en grasas, alimentos picantes y chocolate.
 
En el caso de los bebés, los especialistas apuntan una serie de consejos para controlar y evitar los síntomas, como el evitar colocar al niño en determinadas posturas (semisentado o tumbado sobre su lateral izquierdo, en este último caso, solo si está despierto y acompañado). Hay que vigilar las tomas del bebé, evitando que ingieran mucha cantidad de leche en cada una de ellas. Si introducimos algún cambio en la dieta de los más pequeños debemos consultar al pediatra.
 
Una vez diagnosticado el reflujo, y siguiendo los consejos pediátricos, el objetivo es garantizar la calidad de vida. El diagnóstico es importante, no solo para controlar este trastorno, sino porque en algunos casos puede desvelar otras patologías o superponer los síntomas de otros problemas de salud como las alergias o intolerancias a la proteínas de la leche de vaca.

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