Fármacos y alimentos: Cuidado con las mezclas

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Fármacos y alimentos no siempre son la mejor combinación, por lo que conviene tener cuidado con las mezclas. Si el tratamiento médico que estamos siguiendo no acaba de dar los resultados esperados, conviene que revisemos nuestra dieta, porque puede que alguno de los alimentos que estamos tomando impida la correcta absorción del medicamento y, por tanto, interfiera en los efectos y reduzca la eficacia del tratamiento para el que ha sido prescrito.
 
Fármacos y alimentos, ¿por qué tenemos que tener cuidado con algunas mezclas? La combinación adecuada del tratamiento farmacológico y la dieta es clave para facilitar la acción de los medicamentos, para favorecer su absorción y para evitar restarles efectividad. Revisar nuestra dieta es especialmente importante cuando el tratamiento prescrito exige tomar dosis exactas para conseguir el efecto esperado, o si se están tomando dos tipos de fármacos diferentes. En cualquier caso, antes de iniciar un tratamiento, siempre debemos informar al médico sobre nuestros hábitos alimenticios, incluyendo la toma de plantas medicinales o suplementos alimenticios, ya que estos también tienen la capacidad de interactuar con los fármacos prescritos.
 

Horarios comidas y fármacos

¿A qué hora tomar los medicamentos? Además de la dosis y duración adecuada, los medicamentos se suelen administrar en un horario determinado. Así, algunos fármacos se deben tomar en ayunas –es decir, una hora antes de comer o dos horas después-, mientras que otros medicamentos conviene tomarlos con las comidas (durante o inmediatamente después de terminar de comer). Esta recomendación se realiza para evitar, como sucede con los fármacos antiinflamatorios (ibuprofeno o ácido acetilsalicílico), los problemas de irritación gástrica, así cuando los alimentos favorecen su absorción. Si la recomendación médica es tomar los medicamentos fuera del horario de comidas conviene esperar al menos dos horas, y si es antes de acostarse, una hora después de la cena.
 

Alimentos peligrosos

Siempre que tomemos medicamentos conviene revisar la dieta. En la lista de alimentos considerados peligrosos o que no interactúan correctamente con los fármacos se incluyen los lácteos (leche y derivados), los cuales disminuyen los efectos de algunos antibióticos. Los lácteos por su contenido en calcio, reduce los efectos del medicamento. Esto no quiere decir que tengamos que renunciar a tomar este tipo de alimentos, sino que lo mejor es tomarlos con dos horas de diferencia.
 
Tampoco es aconsejable tomar café, sobre todo cuando se toman descongestionantes, ya que la cafeína aumenta el efecto hipertensor (subida de la tensión) de estos fármacos. El café también puede bloquear la absorción de hierro, algo a tener en cuenta cuando se toman suplementos de este mineral. Pero curiosamente el café tiene una doble cara, ya que sí tiene un efecto positivo cuando se toma ácido acetilsalicílico, ya que favorece sus efectos analgésicos.
 
Los cítricos, por su parte, mejoran la absorción del hierro, pero conviene tomarlos (sobre todo si se trata de zumo de pomelo) dejar pasar al menos dos horas entre su consumo y la toma de fármacos cuando se trata de antihistamínicos, antihipertensivos o medicamentos para controlar el colesterol.
 
Si tenemos un problema de hipertensión, y estamos tomando medicamentos, conviene evitar el regaliz. Asimismo, los alimentos ricos en vitamina K, como las coles de Bruselas, la coliflor o el ajo, así como los que tienen un alto contenido en grasas están desaconsejados cuando se toman anticoagulantes. Los cereales integrales y otros alimentos ricos en fibra pueden interactuar con los medicamentos para bajar el colesterol y para controlar la diabetes.
 
Y, por supuesto, si estamos tomando medicamentos hay que evitar el consumo de alcohol. La mejor bebida, el agua. Las bebidas alcohólicas acentúan algunos de los efectos secundarios de los medicamentos, como la pérdida de atención o la somnolencia (caso de los antidepresivos, analgésicos, antialérgicos y antisicóticos). Además, multiplican el riesgo de complicaciones digestivas asociadas a la toma de antiinflamatorios, como ardor de estómago o lesiones gástricas.

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