¿Te molesta todo?, ¿te enfadas o irritas con facilidad?, ¿te cuesta controlar tus reacciones? Vivir en un permanente estado de enfado termina pasando factura, tanto a nivel físico como emocional, ya que no hay nada que robe más energía que los pensamientos negativos. Todos, en algún momento de la vida, hemos explotado y reaccionado con enfado ante determinadas situaciones que no podemos controlar, pero ¿qué sucede cuando esta respuesta se convierte en algo cotidiano? El enfado crónico suele conllevar otros rasgos del comportamiento que pueden hacer que esa persona se vuelva aún más difícil en el trato con los demás. La pérdida de control, impulsividad, intolerancia e ira, la principal emoción que subyace en el origen del enfado crónico. A las personas con enfado crónico cualquier situación, por trivial que sea, les resulta molesta y pueden llegar a ser especialmente críticos. Hay otro detalle a tener en cuenta, y es que este enfado no está dirigido contra nadie en particular, sino contra todo en general, lo que puede derivar en una tendencia al aislamiento y a la soledad.
Por qué siempre estoy enfadada
Descubrir la raíz del problema es la única solución para atajarlo. Eso implica ser honestos con nosotros mismos y reflexionar sobre lo que realmente nos provoca infelicidad. Enfrentarse a la realidad nos hará liberarnos de lo que nos oprime. Puede ser una situación personal o laboral, un recuerdo o un fracaso no asumido. Pero también puede ser un problema de seguridad, baja autoestima o un sentimiento de frustración que nos lleva a escudarnos en el enfado, una reacción que no conviene subestimar.
El enfado crónico tiene sus consecuencias. A nivel emocional, los pensamientos negativos bloquean la mente y la capacidad de reaccionar, con mayor tendencia a la depresión, desencanto y tristeza profunda. A nivel físico, hay una mayor tendencia a padecer dolores de cabeza, hipertensión, al tiempo que se pueden agravar los síntomas de cualquier patología que se padezca.
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