La anemia ferropénica, anemia por falta de hierro, es la más frecuente en los diagnósticos médicos y a la que somos especialmente vulnerables las mujeres. ¿Cuáles son sus síntomas?, ¿cuál es el tratamiento más adecuado? Son dos de las preguntas a las que vamos a dar respuesta. La anemia por falta de hierro es un trastorno directamente relacionado con la alimentación. De hecho, una dieta demasiado estricta –por ejemplo, cuando seguimos una dieta de adelgazamiento para perder peso de manera rápida- está entre las causas que pueden favorecer la aparición de una anemia.
Una dieta desequilibrada o demasiado estricta, el abuso de determinados fármacos (analgésicos) o las menstruaciones abundantes son tres de las principales causas que suelen estar detrás de la anemia por falta de hierro cuando se diagnostica en mujeres. Aunque hay varios tipos de anemia, precisamente la anemia ferropénica es la más frecuente. Prestar atención a nuestra alimentación es clave tanto para evitar su aparición como para su tratamiento.
Anemia: Señales que nos alertan
La anemia se produce cuando se reduce el número de glóbulos rojos, tanto en cantidad como en tamaño, provocando una disminución de los niveles de hemoglobina, proteína encargada de transportar el oxígeno por el organismo. Cuando este proceso no se desarrolla de manera correcta aparecen los síntomas o señales que nos alertan de la posible presencia de una anemia por falta de hierro. Síntomas tales como:
- Cansancio y debilidad: Es el síntoma más característico de la anemia, un cansancio sin causa aparente que además no remite con el descanso.
- Dolor de cabeza y mareos: Al recibir menos oxígeno, el cerebro padece una vasodilatación, lo que deriva en dolor de cabeza, generalmente leve, y en la aparición de mareos similares a una bajada de tensión.
- Uñas y pelo quebradizo: Dos señales indicativas de falta de nutrientes. La carencia de hierro puede desencadenar un problema de alopecia o de uñas frágiles.
- Palpitaciones: Ante un problema de anemia es común que el corazón se acelere al realizar cualquier mínimo esfuerzo, como subir escaleras o acelerar el paso.
- Palidez de la piel del rostro: La piel del rostro se vuelve más lívida y la mucosa del ojo, blanquecina, en lugar de su característico tono rosado. Ambos son consecuencia de la falta de oxígeno.
- Problemas de concentración: El oxígeno es esencial para el correcto funcionamiento del cerebro, por lo que si el aporte es insuficiente pueden aparecer problemas como fallos de memoria, confusión, bajo estado de ánimo, depresión o dificultades para concentrarse.
Factores de riesgo
Aunque la anemia puede aparecer sin causas aparentes, hay una serie de factores que sí pueden favorecer su aparición, tales como la falta de nutrientes (dietas milagro o dietas estrictas en las que se restringe el consumo de determinados alimentos), las pérdidas de sangre (reglas abundantes, trastornos como las hemorroides, sangrados nasales o determinadas afecciones digestivas) y algunas enfermedades (trastornos autoinmunes como la enfermedad de Crohn, insuficiencia renal crónica, artritis reumatoide o infecciones prolongadas).
Tratamiento
El objetivo del tratamiento es compensar la falta de hierro. El primer paso es seguir una dieta equilibrada y con un aporte extra de hierro. Si la dieta no es suficiente, se pueden administrar suplementos de hierro por vía oral o en inyecciones. En la dieta hay una serie de alimentos que no pueden faltar, como el marisco (berberechos, almejas, mejillones), pescado azul (boquerones, sardinas), paté (hígado, vísceras…), frutos secos, legumbres, verduras de hojas verdes, copos de avena, frutas secas (higos, orejones) o semillas de calabaza. Todos son una excelente reserva de hierro.
Asimismo, conviene vigilar el consumo de café y té (tomarlo al menos una hora después de las comidas ya que reducen la absorción del hierro), apostar por aliños con limón y perejil (ambos contienen vitamina C, un nutriente que favorece la absorción del hierro) y no cocer demasiado la pasta y las verduras.