Ya sea de forma espontánea o por una respuesta visceral, lo cierto es que en ocasiones la rapidez con la que actuamos puede llevarnos a tener comportamientos o a hacer cosas de las que luego nos podemos arrepentir. En otras palabras, actuar sin pensar. Para evitar situaciones comprometidas o incómodas y, sobre todo, para no dejarnos llevar por impulsos negativos, como el enfado o la ira, es importante aprender a desarrollar dos aptitudes a las que no siempre prestamos la debida atención, la cautela y la prudencia. Toma nota de estos 5 consejos para dominar tus impulsos.
1. Contar hasta 10
Todo lo que hacemos o decimos tiene consecuencias, incluso puede volverse contra uno mismo. Tomarse unos segundos para reflexionar sobre qué hacer es un ejercicio que conviene practicar a menudo para valorar los pros y los contras de una acción o comportamiento. Respira de manera profunda y piensa en las consecuencias antes de actuar.
2. Antes de hablar, utiliza el silencio
Una respuesta rápida ante un comentario o actitud que consideramos ofensiva no suele ser la solución porque puede generar más tensión o conflicto. Tómate unos segundos en silencio, mira atentamente a tu interlocutor y piensa en cómo plantear una solución antes de dejarte llevar por el enfado. Recuerda que los sentimientos negativos te roban la energía.
3. Elige bien las palabras
Las palabras pueden ser de doble filo, todo depende de cómo las pronunciemos y el tono que adoptemos. Elige bien las palabras para que el interlocutor lo reciba de manera adecuada. Decir las cosas sin delicadeza, o sin medir las palabras, puede tener el efecto contrario al deseado, por muy sinceras que pretendas que suenen.
4. Ponerse en el lugar del otro
Antes de saltar ante una actitud o comportamiento ajeno, conviene ponerse en el lugar del otro. Fomentar la empatía nos ayuda a desarrollar otras habilidades, como la perspicacia, al tiempo que ayuda a eliminar prejuicios. La empatía también afianza las relaciones.
5. Evita los cotilleos
La prudencia y la cautela son enemigas de los cotilleos. Hablar mal de los demás, o fomentar los rumores y comentarios hacia una persona, puede traducirse en enfrentamientos que pasarán factura en tus relaciones con los demás.
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