Los gatos siempre han sido considerados unos seres cargados de misterio y armonía, por lo que no es de extrañar que hayan sido venerados desde hace miles de años en muchas civilizaciones, como en el Antiguo Egipto. No obstante, esta creencia todavía sigue en pie y está muy presente en filosofías de vida como el budismo. Te contamos todo sobre los gatos y la espiritualidad según los budistas.
La espiritualidad de los gatos
Si damos un paseo por un templo asiático podremos apreciar a numerosos gatos transitando los alrededores, y es que para los budistas el gato es un ser cargado de paz capaz de transmitir calma y armonía por allá donde pasa. Su despreocupada forma de ser lo convierte en un ser misterioso con el que nunca llegamos a conectar por completo, aunque da la impresión de que él sí puede percibir a la perfección el entorno gracias a sus sentidos exaltados, como pueden ser la vista y el olfato. Es precisamente esto último lo que ha originado que el gato sea considerado un puente entre este mundo y el otro, ya que muchas creencias apuntan a que son capaces, incluso, de ver a personas que ya no están entre nosotros.
Poderes de los gatos
1. Sanar la ansiedad
Está científicamente demostrado que el ronroneo de los gatos tranquiliza nuestro sistema nervioso, aliviando los síntomas de la depresión y ayudando a relajar a personas con problemas de ansiedad.
2. Atraer la armonía
A diferencia de los perros, los gatos hacen lo que quieren cuando les apetece sin molestar ni complacer a nadie. Esto es precisamente lo que los convierte en seres independientes y a gusto consigo mismos.
3. Mostrar un afecto único
Los gatos pueden parecer más ariscos que otras mascotas, pero cuando se acercan a ti te mostrarán un cariño mucho más profundo que el de otro animal. De forma sutil, pero muy intensa.
Leyenda budista sobre los gatos
Los gatos están presentes en muchas leyendas budistas de la antigüedad, pero una de las más importantes versaba sobre que, cuando una persona alcanzaba los niveles más altos de la espiritualidad y moría, su alma se introducía en el cuerpo de un gato para recorrer por última vez el mundo. Cuando la vida de este último acababa, el individuo ascendía a un plano iluminado.
Esta leyenda estaba tan popularizada que las personas comenzaron a enterrar a sus familiares junto a un gato vivo, siempre teniendo en cuenta dejar pequeños huecos por los que pudiera escapar el animal. Esto se hacía precisamente para que el alma del ser querido se introdujera en el cuerpo del felino y pudiera disfrutar de su última vida de libertad antes de la ascensión final.