A diario congelamos y descongelamos todo tipo de alimentos, y es que esta sencilla técnica nos ayuda a conservar mucha comida durante más tiempo sin necesidad de perder sus nutrientes. Sin embargo, la mayoría de veces no lo hacemos de una forma correcta, llegando a perjudicar los productos y, por lo tanto, nuestra propia salud. Te enseñamos cómo congelar y descongelar los alimentos adecuadamente.
Congelación
Lo primero que debes saber es que la congelación de un alimento supone la formación de pequeños cristales de hielo en su interior. Estos cristales son más grandes en función del tiempo que necesite para congelarse, por lo que debemos asegurarnos de que la temperatura sea lo suficientemente baja como para que este proceso apenas dure unos minutos para conservar una correcta textura.
Es muy importante proteger bien el alimento introduciéndolo en bolsas de congelación o envolviéndolo en papel film, puesto que el frío directo puede producir pequeñas quemaduras en el producto que acelere su caducidad.
Una vez se encuentre congelado deberás asegurarte de mantener la cadena de frío, ya que los cambios de temperatura pueden favorecer el crecimiento de bacterias. Una forma rápida de comprobarlo es observar si aparece hielo alrededor del producto, lo cual indicaría que se ha roto la cadena de frío por cambios de temperatura.
Descongelación
En cuanto a la descongelación se nos presenta un dilema: hacerlo rápidamente evita que crezcan microorganismos, pero hacerlo poco a poco a temperatura ambiente conserva una mejor textura. Lo más recomendable es introducirlo en el frigorífico y dejar que se descongele, ya que así guarda una estructura más parecida a la original. Además, la temperatura del frigorífico hará que muchas de las bacterias no lleguen a crecer, consiguiendo una conservación perfecta.
CuriosidadesHay muchos mitos y curiosidades que giran en torno a este proceso que, a simple vista, es tan sencillo. La primera de ellas está relacionada con los cristales que se forman, y es que su capacidad de retener agua se ve dañada. Es por esta razón por lo que un producto fresco resulta ser mucho más jugoso que uno congelado.
Por otro lado, y pese a que la idea de que es necesario congelar algunos alimentos para eliminar bacterias, lo cierto es que no acaba con las bacterias patógenas, sino que evita su crecimiento. Por último, el frío excesivo también provoca la desnaturalización de las proteínas.
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