Cierra los ojos e imagina un lugar tranquilo, en el cual disfrutas de la compañía de amigos y familiares. Todos os reís, lo pasáis estupendamente… parece ser un sueño. Pero de pronto, ¡auch!, sientes un dolor en la pierna. Miras hacia abajo y resulta que tu hijo pequeño te ha dado un mordisco en plena pantorrilla y está a punto de propinarte una patada. Seguro que esto lo has vivido en más de una situación, y no precisamente en forma de sueño. Te contamos las causas de por qué tu hijo es agresivo contigo y las soluciones.
Causas de la agresividad
Lo primero que hay que saber en torno a la agresividad en los niños es que su aparición es totalmente normal en su desarrollo. Ten en cuenta que los pequeños todavía no saben cómo comunicar sus emociones con los demás, ni tampoco cómo retener sus impulsos. De hecho, no tienen conciencia de que deban retenerlos. Esta mentalidad tan inocente hace que echen mano a los métodos más primitivos: demostrarlo a porrazos. Este comportamiento se da especialmente en torno a los 2 años, y es que están tan enfocados en sí mismos que sólo quieren expresarse sea como sea. Pero eso sí, que lo hagan a esta edad no quiere decir que lo vayan a seguir haciendo en el futuro.
Pero el problema deja de ser tan común cuando, pasada esta época de aprendizaje, sigue mostrando agresividad. Esto puede deberse a dos causas principales: o que el niño está acostumbrado a que le den todo lo que quiere y entre en cólera cuando no le consienten un capricho, o que lo haya aprendido de otros niños o de la televisión. Por suerte, ambos casos son corregibles y, aunque debas tener un poco de paciencia, acabará desapareciendo ese comportamiento tan indeseado.
Soluciones
Lo primero que debes hacer es detectar a qué se debe ese comportamiento teniendo en cuenta las causas explicadas anteriormente, y actuar en consecuencia. No obstante, sea cual sea el motivo se ha de intervenir de inmediato para no reforzar esta conducta, y mucho menos para premiarla indirectamente.
¿Recuerdas haber sonreído cuando el niño dio un pequeño golpe a otra persona y no pudisteis evitar reír porque os resultaba demasiado mono? Pues él lo entiende como que es algo que debe hacer, porque recibe atención y la alegría de su entorno. En el caso de los niños pequeños es fundamental que desde el primer momento entienda que es algo que no se debe hacer, ya que de otro modo seguirá haciéndolo. Para ello, muestra una actitud firme y seria, y dile que eso no está bien. Para que surta un efecto mayor, deberéis dejar de hacer lo que estéis haciendo y explicarle que hasta que no esté dispuesto a seguir jugando sin pegar a nadie no podréis seguir. Cuando te diga que lo va a hacer, podréis continuar.
Si el comportamiento se alarga en el tiempo, puedes proceder a castigarlo durante unos segundos o utilizar uno de los métodos alternativos para que se dé cuenta de que ha hecho algo mal. Pero eso sí, tienes que seguir siempre el mismo patrón, ya que de otro modo no tendrá el efecto esperado. Cuando ya se haya calmado, lo mejor es hablar con él de lo que ha pasado. Pregúntale por qué se ha enfadado, explícale que es normal y que está mal hacerlo así, siempre presentándole alternativas que pueda utilizar a la próxima, como pedirlo tranquilamente. También tendrás que enseñarle a pedir disculpas. Cuando lo haga, recompénsalo siempre para enfatizar el buen comportamiento.
Por otro lado, si tu hijo ha superado esta fase y sigue golpeándote tienes que actuar de inmediato y sin dejarte chantajear, ya que este comportamiento no es natural, sino aprendido. Es importantísimo que no utilices la agresividad con él. Como eres su mayor punto de referencia, pegarle o amenazarle sólo reforzará su comportamiento y le enseñará que debe hacerlo cada vez que se sienta disgustado. Controlarte es la mejor lección que puedes darle, y es que poco a poco aprenderá a hacerlo y te imitará en el futuro.
Si la causa es que lo ha visto hacer a otros niños, habla con los profesores o con otras madres y pídeles que por favor hagan algo al respecto con los niños más problemáticos. En el peor de los casos, podrás cambiarlo de guardería o de colegio para mantenerlo alejado de esas actitudes, aunque por lo general en todas las clases hay de todo.
La televisión también es una influenciadora nata, pero la solución es la más sencilla: reducir el tiempo de visionado, controlar los programas o series que ven nuestros hijos y explicarles que eso sólo pueden hacerlo los dibujos, pero no las personas.
Algo que siempre ayuda a controlar el nivel de estrés de los niños es que se cansen físicamente, ya que cuanto más cansados se sienten, menos agresividad muestran. Llevarlo a menudo al parque o apuntarlo a ejercicios adaptados a su edad será una buena solución.
Por último, en caso de necesitar un especialista no dudes en hacerlo. Existen casos en los que no se ha actuado a tiempo y los niños lo han tomado ya como costumbre, siendo muy difícil de eliminar la conducta. No te culpes si has llegado a este punto, porque los niños no sólo reciben la influencia de los padres sino de muchas más personas, por lo que seguramente haya alguien cuyas enseñanzas hacia el pequeño no sean las adecuadas. Es justamente aquí cuando un psicólogo puede ayudarte a detectar el origen del problema y a eliminar por completo esta conducta tan agresiva.