Es tal el amor que sentimos por nuestros hijos que en la mayoría de ocasiones solemos ceder a sus caprichos, ya sea para complacerlos o para evitar que se frustren. No obstante, este comportamiento que parece tan inocente no siempre es beneficioso, ni para el pequeño ni para nosotras. Te contamos los pros y los contras de consentir a tu hijo.
Pros
Está claro que no todo va a ser ir a la escuela y comerse las verduras, y es que un capricho de vez en cuando es plato de buen gusto para todos. Diversas investigaciones psicológicas han llegado a la conclusión de que ofrecer recompensas a los niños por las cosas que han hecho bien es mucho más efectivo que castigarlos cuando han hecho algo mal. Además, cuando nuestro pequeño está enfermo o estamos en un día de fiesta es muy recomendable consentirles un poco para que aprendan a diferenciar los días normales de los especiales.
Contras
No obstante, generalizar las recompensas y darlas sin motivo alguno es lo que lleva a una educación errada. Por lo general, somos nosotras mismas las que les facilitamos estos caprichos queriendo evitar que lleguen a sentirse frustrados, lo cual es un grave error. Muchos expertos han afirmado que evitar la frustración a nuestros hijos es sinónimo de malcriarlos, ya que se trata de una emoción necesaria para aprender a compartir y conformarse con lo que tienen.
No permitirles aprender con la frustración va a convertirlos en niños intolerantes. Tanto es así que incluso puede acabar desarrollando un comportamiento agresivo hacia nosotras cada vez que no le demos aquello que nos pida. Obviamente, cuando el niño es muy pequeño esto es habitual, pero alcanzados los 3 años comienza a ser un grave problema.
Por otro lado, el tener muchas cosas les hace sentir abrumados, lo cual hace proliferar la ansiedad al no poder jugar con todo a la vez. Por supuesto, tampoco aprenderá a apreciar lo que tiene y siempre querrá más y más.
Recomendaciones
Dicen que todo es malo si abusamos, y muy cierto que es. Lo mejor es hacerlo todo en su justa medida, de modo que consientas al niño de vez en cuando, pero no siempre. Hacerlo continuamente no sólo convierte a los padres en sirvientes a ojos del niño, sino que no aprenderá el método adecuado para conseguir lo que quiere. Es imprescindible que aprenda a recibir, pero también a compartir y vivir con lo que se tiene.
También es imprescindible guardar las formas y mostrarse siempre relajados, ya que no deben advertir que generan un cambio en nosotras. Si va mucho más allá, deberás ignorarlo durante un rato hasta que se le pase la rabieta. No obstante, en caso de hablarles deberemos decirles que estamos tristes por su comportamiento, de modo que comprenda que con su conducta está generando una emoción muy negativa en nosotros.