3 historias de Halloween para niños. Ya queda menos para la noche de Halloween y un buen plan para disfrutar con los más pequeños de la casa son los cuentos de Halloween. La familia se puede reunir delante de la chimenea, alrededor de un fuego en una acampada o montar una fiesta de pijamas en casa y contar cuentos que den mucho miedo. A continuación os mostramos 3 historias terroríficas de Halloween para niños.
La Calabaza Siniestra
Cuentan que dos noches antes de Halloween, dos hombres transitaban por un viejo camino rumbo al pueblo cercano. Para llegar a él debían cruzar por un campo que generalmente estaba sembrado de calabazas. Sabiendo que el dueño del huerto cuidaba mucho de su sembradío, tenían cuidado de no hacerse notar, guardaban silencio y ni siquiera el espantoso espantapájaros que allí había, debía hacer que de sus labios saliera un solo sonido. En eso estaban cuando su mirada se posó en una hermosa y gran calabaza que para su familia sería un regalo especial para tallar en la noche de Brujas. Luego de llegar al pueblo, planearon el modo de robar la mentada calabaza y quedaron en acuerdo que la siguiente noche irían al sembradío a cumplir su misión. Y así lo hicieron. La noche siguiente llevaron una carretilla, de esas que se utilizan para la construcción y en absoluto silencio buscaron en la oscuridad su preciado regalo. Buscaron la calabaza por muchas horas, sin poder encontrarla, cuando de pronto la vieron. Allí se encontraba, grande y hermosa, pero, no recordaban que aquel hubiese sido el sitio, ya que como esa noche no había luna, el lugar no les pareció para nada familiar. De todas maneras el trabajo debían realizarlo y se pusieron manos a la obra. Mientras uno vigilaba el lugar, el otro sacó un gran cuchillo, pero al instante de acercarse a ella, la calabaza dando un gruñido, cambió de lugar. Muy asustados, corrieron sin acordarse siquiera de la vieja carretilla, la cual dejaron olvidada en el campo.Llegaron a su casa con el corazón a punto de salirse por sus bocas. Sus hijos al verlos así preguntaron la razón y los hombres les relataron lo sucedido. Se pusieron de acuerdo y los hombres regresaron al lugar junto a sus hijos. Buscaron la carretilla esperando encontrar junto a ella la calabaza, pero, no había ningún rastro. Regresaron a casa muy intrigados y al entrar en el comedor escucharon el mismo gruñido que habían oído saliendo de la calabaza. Miraron a su alrededor y ¡oh, sorpresa!, allí estaba la calabaza. Primero se aterraron, pero luego trataron de cogerla, pero cada vez que se acercaban a ella, esta se escabullía otra vez. Hasta que al fin entre los cuatro pudieron atraparla. ¿Imaginas que es lo que encontraron? La hermosa calabaza estaba medio vacía por uno de sus lados y dentro de ella había un pequeño cerdito que al parecer se le había perdido a su madre, quedando atrapado dentro de la calabaza al intentar comérsela. La lección de esta historia es que no debemos asustarnos de las cosas que en un momento no podemos explicar…
El Fantasma Travieso
Anita era una niña que creía firmemente en la existencia de los fantasmas y al acercarse la Noche de Brujas o Halloween, solo quería al salir en busca de golosinas, encontarse con un terrorífico fantasma para pasar un buen «susto», ya que eso la divertiría. Anita era amante de los cuentos de terror. La noche del 31 de Octubre, Anita se disfrazó y junto a sus amiguitas se dirigió a recorrer su barrio con la ilusión de conseguir muchos dulces, pero siempre comentaba cuánto le emocionaría el encuentro con algo del mas allá. De regreso en casa, la cual estaba muy bien decorada para la ocasión, procedió a cenar con su familia y luego se retiró a su habitación, no sin antes quitarse el maquillaje y el consabido disfraz. Luego, y procurando que nadie la observara, buscó un buen escondite donde guardar todas las golosinas que había recolectado. Pronto se durmió. Como a medianoche, un pequeño ruidito la despertó, ya que con todo lo que su pequeña barriga había comido, su sueño no era muy profundo.Miró por sobre las sábanas y cual sería su sorpresa al observar levemente iluminada por la luz que se filtraba por las persianas de su habitación, ¡un fantasma!. Todo de blanco, se deslizaba como flotando, una imagen difusa, que en la penumbra parecía subir y bajar. Anita obserbava atentamente, apenas asomada bajo las cobijas de su cama y casi sin respirar, los movimientos de aquella entidad. Luego de unos instantes que a ella le parecieron eternos, la figura espectral salió de su vista. Fue tan grande el miedo que Anita sintió, que no pudo reaccionar y solo escuchando los fuertes latidos de su pequeño corazón, al fin se quedó dormida. Por la mañana, luego de despertar, corrió escaleras abajo a contar a su familia lo ocurrido la noche anterior. Su madre intentaba en vano convencerla de lo absurdo de su relato, amenazándola con que en la próxima noche de Brujas no la dejaría salir a pedir golosinas, ya que eso le hacía ver cosas que no existían, pero Anita fue tan convincente en su relato que sus padres subieron con ella hasta su cuarto. Una vez allí, Anita les mostró los lugares donde el fantasma se había paseado, pero ¡oh, sorpresa!, su escondite había sido saqueado y ya no estaban allí ni sus caramelos, ni sus chocolates, ni sus galletas, conseguidas con tanto esfuerzo la tarde anterior. En eso estaban cuando aparece Carlos, el hermano mayor de Anita, quejándose de un fuerte dolor de barriga. Los padres de Anita se asustaron mucho, pensando en que quizá Carlos tenía un ataque de apendicitis y rápidamente salieron con él rumbo al Hospital, dejando a Anita al cuidado de una vecina.Luego de tres horas, regresaron a casa Carlos y sus padres, quienes estaban bastante enojados. Lo que el hermano de Anita tenía solo era una gran indigestión, producto de comerse todas las golosinas de Anita. Efectivamente, Carlos, conocedor del anhelo de Anita, se cubrió con una sábana y entrando a la habitación de su hermana robó y comió todo sus golosinas. Este sí que fue un fantasma muy travieso…
La moneda de plata
Una pareja joven que de regreso a su casa por la noche se encuentran obligados a buscar refugio. Se topan con una casa de campo que tiene una lámpara en la ventana, donde una amable pareja de ancianos les ofrece alimento y un lugar donde dormir. La pareja se marcha al amanecer sin despertar a sus anfitriones, pero dejan una moneda de plata sobre la mesa de la cocina para pagarles. Cuando se detienen para almorzar en la carretera, le cuentan al mesonero sobre la agradable pareja de ancianos que les había dado refugio. «Qué raro» -dice el mesonero–parecen los Brown, pero murieron en un incendio años atrás». La pareja insiste en que está equivocado y lo llevan a la casa. Al llegar, encuentran una construcción en ruinas y carbonizada, llena de malezas y cubierta de cenizas. Pero en los restos de cosas retorcidas que se encontraban sobre la mesa de la cocina, todavía pueden ver su moneda de plata.