Radicales libres frente a antioxidantes: ¡Rejuvenece! Aunque no nos demos cuenta, nuestro organismo libra cada día una batalla entre los radicales libres, el enemigo a batir en este caso y aliado del envejecimiento y de otros problemas de salud, y los antioxidantes, presentes en muchos de los alimentos de nuestra dieta y cuya ingesta es mucho más importante para nuestra salud de lo que pensamos. Un estilo de vida sano y una alimentación equilibrada son las premisas básicas para mantener los radicales libres a raya.
Los radicales libres son el aliado indiscutible del envejecimiento. Por definición, son moléculas reactivas y capaces de desencadenar una reacción en cadena que daña las células. Un ataque a nuestro organismo que podemos parar con los antioxidantes, las sustancias capaces de retardar o evitar la oxidación. Pero, ¿qué desencadena los radicales libres? Desde el proceso de metabolismo de los alimentos hasta el simple hecho de respirar produce un efecto de oxidación de nuestro cuerpo. Además, los radicales libres también se generan por factores externos, como la contaminación, por el consumo de tabaco, por una mala alimentación (exceso de aditivos, conservantes y colorantes), por el estrés y por el consumo de ciertos medicamentos, entre otros. Hay que señalar, no obstante, que no todos los radicales libres son nocivos para nuestro organismo (nos defienden de bacterias y virus), si bien, el papel de los antioxidantes es fundamental para garantizar el equilibrio e inhibir los efectos adversos de los anteriores. Los antioxidantes son endógenos (proteínas) y exógenos (los que obtenemos de nuestra dieta). Las vitaminas A, E y, por excelencia, la vitamina C son algunos de los antioxidantes más potentes, de ahí la importancia de incluir en nuestra dieta frutas y verduras (se recomienda consumir 5 piezas al día), así como los frutos secos.
Los radicales libres contribuyen al envejecimiento (pérdida de elasticidad de la piel) y además están relacionados con otros problemas de salud como las enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes o artritis reumatoide. Los radicales libres, cuando los antioxidantes no son capaces de frenar su acción reactiva, pueden provocar daños en las proteínas, genes y las grasas como resultado de un proceso de oxidación que afecta directamente a las células.
No se trata de consumir el mayor número de antioxidantes posibles, ya que nuestro organismo también genera sus propias defensas, por lo que la premisa básica pasa por llevar unos hábitos saludables de alimentación y estilo de vida. Según la Sociedad Española de Ciencias de la Alimentación, en nuestra dieta debemos incluir diez alimentos ricos en antioxidantes: Fresas y frambuesas, uvas, cítricos, zanahoria, verduras (coles y repollo), aguacate, cebollas, espinacas y tomates.